El Consorcio: la nostalgia más viva
Los seguidores del veterano cuarteto vasco se reunieron en el que quizá fuera su primer concierto tras el confinamiento
Poco antes de que dieran las ocho, las ocho de un lunes frígido de noviembre, la calle de Jorge Juan estaba vacía, como de domingo. El Nuevo Teatro Alcalá , con sus luces y sin palomitas, anunciaba 'Grease', la taquillera bostezaba. Pasaba algún curioso buscando algo, quizá el cartel de ' El Consorcio ': el que no encontraría. Hacía en Madrid frío de nieve cuando, rozando las ocho la nostalgia empezó a llegar en taxi y con bastón, abrigada y feliz, al Nuevo Alcalá. Señores de ochenta años, bien abrigados, asistían quizá al primer concierto de esta nueva era distópica, y sin embargo se abrazaban entre las mascarillas. Es lo que tiene un concierto de El Consorcio, ese grupo que siempre ha estado ahí, en las habitaciones últimas del alma canora de todo español de bien.
Este cronista había visto el anuncio de su concierto en un cartelón, desde el taxi, junto a otros de Raphael o Zenet. Y pensó que estaría bien acudir a ese otro Wizink más íntimo, más familiar, acogiendo a un cuarteto para muy cafeteros. Porque el fan de El Consorcio lleva una media, así a ojo, de 55 años de residente en la tierra. Porta paraguas, va de oscuro y nada señala en el aliño indumentario que sea un seguidor acérrimo de un grupo más que veterano, al que aún mantiene vivo la magia del escenario.
'Los consorcios', llamemos así al público, llegaron de repente, ya decimos, abrazándose con la distancia trémula del miedo. Daban las ocho. Así y allí veíamos a Bautista, con un sombrero impermeable de muchas lluvias, que nos hablaba de «cuánto tiempo» de su vida ha empleado, gozoso, en «seguir a El Consorcio y a Mocedades (formación matriz)» allá donde tocaran. Y no sólo Bautista, sesenta años y perfil quijotesco; Auxi, Rocío y Victoria, de la quinta del ochenta y tantos, rememoraba el leitmotiv de esta crónica, la nostalgia, la nostalgia de oír las voces de Amaya, Estíbaliz e Iñaki Uranga , y del difunto Sergio Blanco , y del provecto Carlos Zubiaga en «esos largos viajes en coche con sus padres». Es lo que tiene la música que se va haciendo clásica, que puede llegar del prostático al 'millenial' con idéntica emoción.
El reencuentro
Y sí, hubo mucho de reencuentro frente al objetivo fotográfico del ABC. Por ejemplo, se dejó retratar Miguel, de Medina del Campo pero naturalizado madrileño, para quien citarle El Consorcio es citarle su «primer amor» , mientras tarareaba, con cierto garbo, 'Mi viejo amor'. Y su amor llegó para entrar de la mano a la platea. La tarde de El Consorcio, aparte los fríos, fueron muchos los reunidos. Paloma y Justi, por ejemplo, que sabían que el cuarteto «era como de la familia». Y hasta siguieron «a Sergio en su decadencia». De Valladolid a Marbella, de Vigo a Bilbao.
Y los más jóvenes también tenían su excusa. Fidel, de Antequera, y Darío, de La Palma tenían sus razones para ir al Nuevo Alcalá, y eso que quizá no pasaran de la treintena. Darío, harto «del maldito volcán» confesó que no hay canción que pueda describir el dolor de la isla bonita.
Luego el concierto, claro. Sin ninguna tos que pudiera interrumpir la armonía vocal de estos vascos incombustibles , y eso que el día apuntaba a gripe y congestión en las gargantas más sensibles. Alguien silenció un teléfono con el tono de 'España, camisa blanca' de Ana Belén y desde el escenario llegó el mensaje de que El Consorcio va «de milagro en milagro» entre 'Cantinero de Cuba' o una versión de las pequeñas cosas de Serrat. La que Amaya cantó, un día para recordar, con el 'noi del Poble Sec' en el Auditorio Fernán Gómez
Se aplaudió al valor del arte y la edad . Nadie tosió. Hubo algo de la mejor España en el coro de 'Maitetxu mía'. La nostalgia, esta vez en un teatro cálido y en una noche fría. Fría de solemnidad en la que no se vio el cartel que rezaba «Toda una vida».