Colas de tres horas para poder comer: las parroquias madrileñas doblan sus servicios
Un 40% de personas llama por primera vez a Cáritas y el 85% son peticiones de alimentos
El día amanece soleado en Madrid, como si el cielo tratase de dar tregua a la región más afectada por el coronavirus . El descenso de muertos y aumento de curados ha dado paso a una nueva preocupación: la emergencia social causada indirectamente por el patógeno, que no solo arrebata vidas, también empleos y la tranquilidad de muchas familias. En el distrito de Vicálvaro , un cono marca la distancia entre la calle y la entrada de una parroquia. En Santa Teresa de Calcuta ya no se celebran actos litúrgicos, pero el templo tiene ahora una nueva función, quién sabe si más necesaria en estos tiempos: la de suministrar alimentos.
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Su garaje se ha convertido en un improvisado comedor social, donde una decena de voluntarios prepara cajas para entregar a los más vulnerables. Debido al coronavirus, la iglesia, perteneciente a Cáritas, ha duplicado las familias a las que ayuda . La confederación asegura que las peticiones de ayuda a las diócesis se han incluso triplicado. «Antes atendíamos a 137 familias, casi todas de la Cañada Real, fundamentalmente musulmanas. Ahora, a esas y a 135 más, vecinos de Vicálvaro que llaman al 010 pidiendo auxilio y los remiten aquí», cuenta Bernabé, el párroco.
Fuera, en la calle, la cola de beneficiarios tarda tres horas en desaparecer cuando ya todos ellos han recogido su esencial pedido. Uno de los que aguarda su turno, desde las diez menos cuarto de la mañana, es Juan. En su mano porta dos bolsas de plástico cargadas con mantas y algún juguete de bebé. «Tengo que ayudar en lo que pueda, aunque sea solo con estas cosas. Seguro que hay gente que las necesita», dice el madrileño, antes teleoperador y ahora en paro. El 14 de febrero su mujer, limpiadora también desempleada, dio a luz a su hijo. «En vez de con un pan bajo el brazo, nació en tiempos del virus », continúa el hombre: «Nunca imaginas algo así y menos tan de repente. Es la primera vez que he tenido que pedir ayuda a los servicios sociales ».
Cuando entra en los bajos de la parroquia, Fátima lo saluda con una sonrisa. Ella es musulmana, normalmente recibe la ayuda de la iglesia, pero ha decidido hacerse voluntaria para entregar comida . Le pide el DNI y le pregunta, como a todos los demás, para cuántas personas necesita alimentos. «Tres», responde Juan, que en un carro de la compra carga aceite, legumbres, galletas, pasta y leche para el recién nacido.
Katherine vive una situación similar. Ella, venezolana, acude a la iglesia con un carricoche. Su hijo tiene los mismos meses que el de Juan. «Lo peor son los pañales. Mi pareja y yo estamos en el paro, solo contamos con esta ayuda y con la de una cuñada», explica la mujer. Con ella van también sus suegros, él operado de cáncer en diciembre. «No sabemos cómo salir adelante. Además de que él bebé es pequeño, mi suegro y mi novio son población de riesgo. Nos preocupan los alimentos, pero también pagar el alquiler . El casero quiere su dinero y no lo tenemos», murmura ella bajo la atenta mirada de Yanis, la abuela del niño, que asiente con la cabeza mientras intenta evitar el llanto.
Manuel es el otro párroco de Santa Teresa de Calcuta. Lleva 40 años ejerciendo y seis en Vicálvaro. «Hemos visto muchas cosas, pero como esto... Nos preocupa el futuro que le espera a la gente», piensa este colombiano de abuelos españoles que limpia el terreno mientras los voluntarios entregan la comida y habla con los vecinos que hacen cola para conocer su situación.
Darwin le responde a todo con paciencia. Es dominicano y lleva 22 años en España. Vive con su madre y con su hija y es la primera vez que recurre tanto a los servicios sociales como a la parroquia. Camarero, perdió su trabajo antes de que llegase el Covid-19 a Madrid. «No recibimos ningún tipo de ingreso , nunca habíamos pasado por algo así. Toda ayuda es poca, pero esto nos alivia. Al menos sé que durante tres semanas mi hija y mi madre podrán comer », cuenta este hombre, de 37 años: «Ahora pensaré cómo pagar el alquiler y las facturas».
Vicente es voluntario de esta iglesia de la capital desde hace tres años. «La situación es desastrosa. Fuimos al banco de alimentos y de 2.000 kilos de comida que solicitamos solo pudieron darnos 600. Están bajo mínimos . La saturación llega a todos los niveles», asegura, mientras se toma un descanso del reparto. En poco más de media hora han atendido a 40 personas.
El 85% de las solicitudes que está recibiendo Cáritas en los últimos días son relacionadas con alimentos, gastos de viviendas y medicinas. Del triple de peticiones que reciben, el 40% son de personas que recurren a ellos por primera vez . «La mayoría no tienen ingresos y carecen de ahorros y apoyo familiar», explican desde la confederación. Las ayudas seguirán cuando se gane la batalla al virus, porque se librará otra igual de importante: la crisis social con cifras ya «dramáticas».