El clan repudiado de los Visita se exilia del Pozo: «Dicen que han okupado un piso en Palomeras»

Las dos familias señaladas por el crimen sacaron el domingo de sus casas algo de ropa y dos televisores

Un hombre pasea con su carretilla frente a la casa del presunto homicida FOTOS: GUILLERMO NAVARRO
Aitor Santos Moya

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Han vuelto, pero no para quedarse. Las mujeres de las dos familias del clan de los Visita señaladas por el crimen de Francisco Doctor, de 63 años, regresaron el domingo a sus casas para recoger parte de sus enseres personales. La visita, valga la redundancia, duro apenas una hora . «Llegaron sobre las seis y a las siete se marcharon», desvelaba ayer una vecina, consciente de que el polvorín desatado en el Pozo del Tío Raimundo ya no existe como tal: «Cada vez venimos menos a las concentraciones». Sin ir más lejos, el día del «retorno», una pareja de agentes de la Policía Municipal fue suficiente para evitar cualquier tipo de incidente en la plazoleta de Esteban Carros. Tras sacar algo de ropa y dos televisores, los familiares de Jesús Campos, alias «El Chule», de 20 años y en prisión provisional acusado de un delito de homicidio y otro en tentativa, se marcharon de un barrio que les ha obligado a exiliarse.

Con El Chule entre rejas, los miembros del clan situados en la escena de la fatídica agresión han puesto pies en polvorosa. «Al Yaqui [el padre] y tres de sus hermanos no se les ha visto desde que pasó todo», aseguraba otro residente, con la corazonada de que ninguno se atreverá a volver. No al menos físicamente . Si el domingo posterior al crimen los Visita evitaron acudir al mercadillo del Pozo ante las iras de un vecindario que había anunciado su presencia para impedir que ejercieran en sus puestos de fruta y verdura, este último la situación ha sido radicalmente opuesta.

Tras el levantamiento del veto por parte del patriarca de las 136 familias gitanas de esta zona del barrio del Entrevías, Rafael Lozano -«Les he dicho a Los Visita que no vinieran a vender hoy para evitar conflictos. Gracias a Dios, todo se ha ido tranquilizando y el caso se resolverá pronto», relató a ABC tres días antes de que El Chule se entregara en la comisaría de Hortaleza - , el resto de miembros del clan -cerca de medio centenar- acudieron al rastrillo sin problema alguno. «Fui a comprar y estaba todo muy tranquilo», advertía una mujer, al tiempo que subrayaba un detalle: uno de los hermanos huidos habría enviado a dos «mandaos» para montar su tenderete: «O eso es lo que se escucha por aquí».

Varias personas compran en el rastrillo, el domingo

Como no podía de ser otro modo, las habladurías en el Pozo se ha disparado hasta el punto de que algunos vecinos apuntan ya al nuevo destino de los Visita repudiados. «Dicen que le han pegado un patadón a la puerta de un piso en Palomeras y lo han okupado», remarcaba un grupo de jóvenes, apostados en un banco. Mientras los rumores corren de boca en boca, el enclave parece recobrar la normalidad tras un periodo de máxima tensión. La Policía se mantiene alerta, si bien las labores de vigilancia han dejado de tener un carácter excepcional y el patrullaje es similar al efectuado en otras zonas con cierto grado de conflictividad.

Llamada a la calma

Pasada la tormenta, una fila de velas frente a la casa del fallecido, en el número 12 de Esteban Carros, donde cayó desplomado , mantiene vivo el recuerdo del mortal ataque. A pocos metros, en el 18A, las pintadas amenazadoras en la fachada han sido borradas por los operarios municipales de limpieza. No así las realizadas en las puertas delantera y trasera, donde aún se puede leer «Asesinos» o «Perras».

Pintada en la puerta trasera

Los cristales rotos y los destrozos en el interior del patio, fruto del masivo lanzamiento de piedras y adoquines, son más que evidentes. «Se nota que solo han venido a coger sus cosas y largarse . Si no, habrían recogido un poco», incidía un paseante, en el parque más cercano a la vivienda. En ese punto, los restos cristales rotos de uno de los bajos del número 14 -la casa de la otra familia señalada-, esparcidos en la acera, revelan que el estallido vecinal continúa de forma esporádica.

Pese a estos últimos coletazos, la llamada a la concordia es el principal objetivo que los diferentes agentes afectados han tratado de alcanzar. Si antes de la detención del Chule los familiares de Francisco y la Asociación de Vecinos de El Pozo pidieron frenar la revuelta para recuperar la normalidad , el viernes pasado la Casa Gitana exigió no criminalizar a la comunidad calé por un «desgraciado suceso» y defendió «la convivencia, la paz y la armonía en este barrio obrero, donde hay gitanos y payos que trabajan todos los días para salir adelante».

«El que la hace la paga. Si se comprueba que ese chico es un asesino, que se le meta en la cárcel y que cumpla condena, como cualquier otra persona, pero no se puede exigir que se vaya del barrio su familia, que les quemen las viviendas y las herramientas de trabajo, que son sus camiones», remarcaba su presidenta, Pilar Heredia. Una reclamación que no ha caído del todo en saco roto. «Los Visita no son solo los de la pelea. Son muchas familias que no tienen la culpa de lo que ha pasado», sostienen ahora en la barriada, con un mensaje revelador: «Solo queremos que no vuelvan los malos».

Un grupo de ancianos charla ante la presencia de un coche de la Policía
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