El cine de Nigeria que se financia con limosnas en la puerta de un supermercado

Obligada a pedir en la calle para sobrevivir, Cynthia se las arregla como puede para cumplir su sueño de ser productora

A la izquierda, Cynthia pide en la puerta de un supermercado; a la derecha, una de sus fotos en Facebook

Jorge Dastis

Cynthia Uhuanmwgho coge un autobús casi todos los días hasta Moncloa, y de ahí a Las Rozas, para que en su barrio no sepan que pide en la calle. Tarda más de una hora en ir y otra en volver. Después, espera en la puerta de un supermercado hasta que, poco a poco, aparece gente que conoce. «¿Qué necesitas?», le preguntan, casi susurrando, los que, después de todo este tiempo, se han molestado en acercarse a ella. « Pescado», responde, «hoy necesito pescado».

Pero si uno mira su página de Facebook descubre que Cynthia vive dos vidas. «En mi barrio todos me conocen porque hago películas », explica, «por eso no quiero pedir allí, porque se reirían de mí». En los últimos cuatro años, ha producido dos largometrajes y grabado decenas de pequeños cortos para darse a conocer. Todo con un presupuesto mínimo, y gracias a la ayuda de sus amigos y conocidos. « Necesito un patrocinador », asegura, en una mezcla de inglés y español, y de gestos y sonidos indescifrables. «Tengo muchas ideas, pero me falta dinero», dice. Sus películas, escritas y rodadas en su propio idioma, son su único vínculo con una tierra que abandonó hace ya 20 años.

Dos vidas

Cynthia llegó a España en 1999, a través de Algeciras . Partiendo de Nigeria, su país, atravesó Níger, Argelia y Marruecos para llegar finalmente a Ceuta, donde cogió un barco en dirección a la península. Admite que, en aquel momento, jamás se le hubiera ocurrido pensar que acabaría haciendo películas. «Allí no tengo padre, no tengo madre, no había nada que hacer...», recuerda.

Y lo cierto es que, al principio, las cosas le fueron bien. Según cuenta, en Madrid, en aquella época, era fácil encontrar trabajo de peluquera o de costurera. Pero hace ya mucho que, al no tener ningún local, se ha visto obligada a trabajar a domicilio. «Si me llaman, trabajo, pero la cosa está muy mal, y es muy difícil», se lamenta. Hace tiempo que la Comunidad de Madrid tiene la tutela de sus tres hijas. «Cuando consiga trabajo me las devolverán», dice. Hoy por hoy, no tiene lo suficiente como para encargarse de ellas.

Vive dos vidas. En su barrio la conocen porque hace películas. «Por eso no quiero pedir ahí, se reirían de mí»

«Cuando tenga trabajo me devolverán a mis hijas», dice. Las tres hace tiempo que están tuteladas por la Comunidad

Por eso lo primero en lo que pensó, cuando decidió hacerse productora de cine, fue en el dinero. «La idea me surgió de dentro, del corazón, así que le pregunté a Dios: ¿Cómo voy a conseguir hacer una película así?», recuerda. Y durante mucho tiempo estuvo limpiando casas, vendiendo ropa, zapatos, incluso pelucas, todo para reunir el pequeño capital que necesitaba para alquilar una cámara , hacer los subtítulos al inglés y grabar los primeros DVD . «Rodábamos en casas de amigos, le pedíamos a los dueños de los restaurantes que nos dejaran grabar en sus locales, o directamente en la calle», explica riéndose. El elenco, el guionista, el cámara... todos amigos o conocidos a los que Cynthia les pedía el favor de colaborar en su sueño.

Finalmente, fruto de todo este esfuerzo nació, en 2016, su primera película: «Egbologhonala» . «El título», explica, «se refiere a la dificultad de cruzar un camino muy estrecho, como lo que yo estaba viviendo entonces». Trata, en sus propias palabras, sobre los caminos difíciles que estamos obligados a recorrer. Cynthia es una persona muy creyente, y considera que Dios tiene un plan para ella , un camino especial que pasa por convertirse en productora de cine. Cree que si consigue alcanzar la suficiente fama, la gente acudirá a ella pidiéndole que convierta sus historias en películas. «Ellos me contarán sus ideas y yo contrataré al director, los actores, el guionista... Ellos me cuentan su historia y yo les doy el DVD. Esa es la idea», matiza, «pero todavía no tengo dinero ».

Grandes ideas, pocos recursos

Aun así, Cynthia no desespera. En 2017 abrió un canal de Youtube con su nombre y apellido, donde almacena decenas de vídeos. El objetivo es siempre el mismo: conseguir visibilidad. «La gente tiene que ver que produzco películas, reconocerme. El mundo tiene que ver mis películas », sentencia.

Cuando terminó su segundo largometraje, «Airiose», organizó una fiesta, preparó 250 copias de la película y trató de venderlas. «Aún me quedan muchas en casa», admite. Su plan es volver a Nigeria, venderlas y recaudar lo suficiente para hacer más. «Cuando pueda, lo haré», asegura, aunque por el momento es un sueño que no se puede permitir.

Por el supermercado, Cynthia pasea tranquila, y los que la conocen la saludan alegremente. En las tiendas le dejan comer fruta, y de vez en cuando, le piden ayuda para acercar las compras al coche. «Tengo muchas ideas, muchas», afirma, «solo necesito a alguien que me patrocine».

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