Madrid
Cierra la librería Pérgamo, abierta desde 1945: «Estamos vendiendo como nunca, el barrio está volcado»
La librera a cargo, Lourdes Serrano, que heredó la librería de su padre, se jubila a los 80 años después de 50 al frente del negocio
Cuando Raúl Serrano abrió en 1945 la librería Pérgamo , lo que hoy es la calle del General Oraá, en pleno barrio de Salamanca y lugar donde se sitúa el negocio, era tan solo el extrarradio madrileño. «No existía Barajas y María de Molina era un paseo con bulevar que terminaba en la Castellana, en un montículo, que estaba cortado», explica Ana Serrano, hija del librero.
Y en esas afueras fundó Serrano su librería, después de perder la cátedra en la Universidad de Madrid por sus convicciones republicanas, que más tarde pasó a manos de sus hijas y que ahora echará el cierre , después de casi 80 años de literatura a las espaldas.
«Una pareja amigos de mis padres les prestó el dinero y así pudo abrir el negocio. Veinte años después consiguió comprarlo y cuando él ya no pudo mi hermana Lourdes se hizo cargo. Ella estudió Derecho, pero después se metió en la librería y hasta hoy; lleva 50 años», relata Ana, la hija de Raúl que, aunque no ha sido cara pública del negocio, siempre ha estado implicada en él.
Ha sido ella, junto a sus hijos, quien se ha «puesto en jarras» y ha insistido a Lourdes de que es momento de cerrar. La librera, con 80 años recién cumplidos, sigue siendo la persona que hace y deshace dentro de las librerías casi centenarias.
«Ella dice que no, pero yo creo que está poniendo dinero para que el negocio siga adelante», ríe Ana, que explica que, con el cierre derivado por la pandemia, han aprovechado para hacer devoluciones y, en estas fechas navideñas, están realizando la liquidación final.
Venta de libros escolares
Aunque ahora es difícil pagar un alquiler tan caro como el de un local comercial en el barrio de Salamanca vendiendo libros, a lo largo de su historia la librería Pérgamo llegó a ser el sustento de cuatro familias distintas. «Después de la guerra casi no se vendían libros, pero mi padre hablaba con todos los colegios e institutos de la zona para que le avisaran con tiempo de qué iban a estudiar el curso venidero», narra Ana, que tilda de «locura» aquello de la venta de libros escolares. «Llegamos a tener un piso y un local al lado, para almacenar los libros de texto. Recuerdo épocas en las que hacíamos una caja de dos millones de pesetas al día . Pero después llegó la venta de libros de texto en las grandes superficies, por Internet y nuestra librería terminó por dejar de venderlos». Desde ese momento Pérgamo viró a un modelo de librería «tradicional» con un valor añadido: el asesoramiento y cariño de Lourdes.
La decoración interior y la facha del local se mantienen exactamente igual que cuando se abrió la librería en 1945
Una de las peculiaridades del local es que este se mantiene prácticamente igual que cuando se inauguró. «No imaginas qué triunfo fue conseguir castaño para hacer las librerías justo después de la guerra», explica . La decoración («excepto algunas plantas y cuadros») es la misma que aquella que se planteó en 1945 , gracias al cuidado y mimo de Lourdes. Y la fachada también se mantiene idéntica a la original. «Hace poco un amigo me enseñó una foto del año 51, recién abierta la librería, en la que se veía por fuera, y la fachada estaba exactamente igual», asegura Ana.
«Los clientes están peor que nosotras, hay gente que hasta entra llorando», cuenta Ana. La librería, que empezó en el extrarradio pero que desde el nacimiento del barrio es uno de sus puntos clave, es sostén de muchos de los recuerdos de sus vecinos . «Mi hermana tiene clientes que nos cuentan que sus padres, o sus abuelos, compraban aquí los libros de texto a mi padre», cuenta y explica que todo el mundo relata sus recuerdos cuando llegan estos últimos días en el local. «Todo el barrio está volcado, y estamos vendiendo como en la vida», asegura. Como despedida, explica la librera que, cuando alguien compra un libro, le piden que estampen en la primera página el sello de la librería.
Continuar el legado
Aunque la tristeza por dejar el local sea profunda, Ana y Lourdes guardan la esperanza de que las paredes que las han visto creer continúen albergando una librería. Aun así ambas saben que es algo complejo, pues se trata de un alquiler abultado y la venta de libros, desgraciadamente, ya no resulta tan beneficiosa . «Nos han llamado varias personas, que les gustaría montar una librería. Nosotras incluso bajaríamos el alquiler, con tal de que se mantuvieran las instalaciones como están, pero sabemos que es muy complicado, cuenta con pena Ana.
Todo lo que está viviendo estos días no puede denominarlo de otra manera que de emocionante. «Mi hermana es la que más lo va a echar de menos porque es su vida, pero bueno, por fin ya no va a tener que madrugar más», bromea para terminar.