Semana Santa 2016
El cielo se alía con Los Estudiantes
La capital celebró ayer sus dos procesiones a pesar de las previsiones de lluvia
Madrid, con permiso del cielo, inició ayer su Semana Santa con la salida de La Borriquita y Los Estudiantes. Aunque las previsiones meteorológicas aseguraban lluvia durante toda la tarde, las dos hermandades recorrieron las calles de la capital, contagiadas del profundo sentimiento cofrade .
La salida del Santísimo Cristo de la Fe y del Perdón estaba prevista para las 19.00 horas, pero no fue hasta más de media hora más tarde cuando iniciaron la marcha, que se alargó hasta la medianoche. A las puertas de la Basílica Pontificia de San Miguel , en la calle de San Justo, una multitud aguardaba bajo un cielo amenazante y plomizo. Ni las primeras gotas arredraron a los cientos de fieles; mirada cautelosa clavada en las nubes, acaso rogando el milagro. La espera mereció la pena. Se abrió el portón del templo y los nazarenos de Los Estudiantes, con su tradicional atavío de negro riguroso y faja de esparto a la cintura, abrieron el camino desde la angosta calle del Cordón, hacia la plaza de la Villa.
En silencio, mezcla de solemnidad y emoción , los costaleros aupaban al dieciochesco Cristo de la Fe sin más sonido que el del roce de sus alpargatas con el suelo, solo quebrado por los aplausos de los asistentes. Tras él y ya con la puesta del Sol, mientras su Hijo se alejaba por el viejo Madrid, avanzaba María Santísima Inmaculada, Madre de la Iglesia, bajo palio y al son de la Banda del Regimiento de Infantería Inmemorial del Rey, una de las más antiguas de España. El arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, también estuvo presente en la procesión.
La Borriquita, bajo plásticos
La noche, con sus faroles tenues, paralelos a su paso en ambos lados, aportaron belleza a la estampa, ya de por sí suficientemente espectacular. Las lágrimas , una vez más, fueron de alegría, fervor y emoción y no de decepción como se preveía. «Es precioso», murmuraba una joven, con los ojos vidriosos, cuando la comitiva encaraba su marcha hacia la plaza de Oriente.
Tres horas antes, sobre las 16.30 horas, fue el turno de la hermandad de Nuestro Padre Jesús del Amor , las más joven de la capital, con la misma incertidumbre. Aunque con dudas, se armó de valor y, bajo un cielo encapotado, cruzó el portón de la catedral de La Almudena, una liturgia inédita en la Semana Santa madrileña, pues nunca antes una estación de penitencia partió de este templo. La multitud, con las tradicionales palmas en las manos, aguardaba en la calles de Bailén y Mayor para presenciar la salida del paso.
La conocida popularmente como La Borriquita , representación de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, sí tuvo que reorganizar su recorrido por culpa de la lluvia, que en cualquier caso no fue demasiado insistente. A su paso por la Plaza Mayor, detuvo su camino y tuvo que ser cubierta con plásticos para que no se vieran afectadas las imágenes, obra de Ramón Martín. Sin embargo, el agua no permeó en el sentimiento de costaleros y cofrades, guiados por una fe inquebrantable.