Centenario de La Latina: Teatro con alma de mujer
Enclavado en el corazón del Madrid antiguo, su escenario lleva a gala el «gen de la popularidad». El próximo mes de septiembre cumple un siglo vinculado a las artes escénicas de la capital

Los cimientos del teatro de La Latina son raíces que profundizan en la idiosincrasia de los madrileños. Un espacio que está profundamente arraigado a la historia de Madrid y a su cultura popular, que remonta sus orígenes a tiempos de los Reyes Católicos. Sus últimos cien años han estado vinculados, primero al cine –desde 1906– y, después, a los espectáculos teatrales. No siempre fue así. Algo debe permanecer en su alma del antiguo Hospital que fundó allí Beatriz Galindo en 1499 junto al convento de la Concepción de Nuestra Señora que se conserva a sus espaldas como un remanso de paz en pleno centro de la capital.
De ella toma el nombre de La Latina –fue profesora de latín de la reina Isabel la Católica, cargo que le valió ese apodo–. Por su puerta se sale, como de aquel primitivo sanatorio, algo mejor. Será por la catarsis de la tragedia o la liberación hilarante de la comedia, pero este teatro ha curado el alma de la ciudad y de su público durante un siglo. Debe ser ese «gen de popularidad» que percibe Josep María Pou –en cartel, con «Moby Dick»– cuando se sube a su escenario. «Desde él se siente el aliento de todos los que han pasado por allí en el último siglo», describe el actor y director barcelonés.
El próximo mes de septiembre rubricará ese siglo de historia. Lo hará sin pompa ni boato, pero apelando a la memoria, compartida a lo largo de varias generaciones, y a ese carácter femenino que siempre tuvo. Su historia es indisociable a la mujer.
El primer nombre vinculado a este espacio que asalta los recuerdos es el de María de los Ángeles López Segovia –Lina Morgan– . Nadie sabe qué habría sido de este templo si la célebre actriz y su hermano José Luis no lo hubieran alquilado para salvarlo del cierre, a finales de los años 70. Con ella alcanzó el máximo esplendor como templo de la revista y sus vedettes, otrora el género madrileño por antonomasia.

«Mis hijos aprendieron a querer el teatro con Lina Morgan», cuenta a ABC Concha Velasco , que acaba de bajarse de sus tablas con el exitoso «El Funeral», bajo la dirección de su propio hijo Manuel M. Velasco. «Yo empecé a trabajar en este teatro con ella, cuando lo convirtió en un lugar maravilloso », añade. El resurgir de La Latina llevó a los hermanos López Segovia a comprarlo por 127 millones de pesetas a Matías Colsada en 1983. «Aprendió mucho de él como empresario pero nadie le regaló nada», aclara.
Fue el teatro de sus sueños –en él se le dio su último adiós en 2015–, como antes lo fue de otras figuras femeninas olvidadas como Amalia Sánchez Ariño . Su paso por este espacio desde 1929 fue determinante. Actriz y gestora de la compañía residente –como lo fuera Lina Morgan–, fue un referente en los años 20 y 30. En La Latina aún se guardan carteles de uno de sus grandes éxitos: «Los cuatro caminos».
Del sainete a la revista
Pepita Velázquez, tomó el relevo durante los convulsos años 30. Su compañía también alquiló el teatro en numerosas ocasiones para presentar sus novedades. Antes que la revista, allí triunfaron los sainetes. Empresaria y propietaria del teatro fue también Dolores Díez, que lo compró en 1945 para su hijo, Luis Fernández Díez. La sala vivió bajo su dirección una de las grandes reformas que han ido adaptando el espacio a su tiempo. Fue la época que vio triunfar a actores como Antonio Garisa, Luis Cuenca o Juanito Navarro. También subió al escenario una, por entonces desconocida, Lina Morgan.

«Cuando negocié con Lina la compra del teatro, di con la clave. Le ofrecí que ella pudiera tener su palco, su antepalco y su despacho de por vida. Ella vino hasta que se puso enferma a todos los estrenos», cuenta Jesús Cimarro , actual director gerente del espacio . «Quiero que el teatro se lo quede alguien del teatro, para que haga teatro», relata las exigencias que le impuso para quedarse con él. El teatro dio un giro en su nueva etapa, desde que Pentación Espectáculos lo alquilara en 2008 para comprarlo después. «Nunca quiso venderlo, pero se lo vendió a Jesús con el convencimiento de que iba a respetar su esencia, aunque actualizara su oferta», dice Concha Velasco.
En esa nueva vida participó muy activamente Josep María Pou como director artístico durante tres temporadas. «La Latina añadió un rasgo nuevo a su personalidad sin dejar de ser un teatro vinculado a la ciudad, a ese Madrid popular », apunta. En su etapa de transición el teatro se llenó con éxitos como «La vida por delante», en 2010, y con Concha Velasco como protagonista. «Pou consiguió hacer triunfar al año siguiente la obra “Llama a un inspector”», recuerda la actriz.
La Latina es también un espejismo de intimidad para los actores y el público. «Parece pequeño pero no lo es. Tiene 927 localidades y uno de los paraísos más grandes de los teatros de Madrid», explica Cimarro, apuntando, de nuevo, a ese «gen de popularidad».
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