Centenario de la biblioteca «Víctor Espinós»: Un templo de la arqueología musical en Conde Duque
Abrió sus puertas en 1919 y, un siglo después, conserva la función social con la que fue concebida. Esta institución pionera en Europa alberga verdaderas joyas que verán la luz en una gran exposición que se inaugurará el próximo viernes
La antología desordenada de melodías, tonadas, escalas y gorgoritos traspasa las puertas de las cabinas de ensayo de la Biblioteca Musical «Víctor Espinós» . Es el sonido de la vida que se da cita cada día en este centro municipal, ubicado en el viejo Cuartel de Conde Duque. Músicos profesionales y aficionados, melómanos y estudiantes, acuden cada día buscando partituras, instrumentos prestados y joyas históricas en muy diversos formatos que conforman una de las colecciones más importantes de Europa.
El retrato de su fundador, un pionero para su época, preside la entrada al pasillo por el que se reparten las 16 estancias en las que se produce la magia que dictan las leyes de la armonía, la melodía y el ritmo. Nadie la juzga. Al fondo, en uno de los habitáculos más privilegiados –un gran ventanal ilumina con luz natural el reducido espacio– Domingo González toca ese «cacharro lleno de llaves por todas partes que llaman saxo ». Lo suyo es verdadera afición. Jubilado como músico profesional ha pasado de tocar la tuba a este instrumento más manejable. «En casa no se puede tocar. Se molesta a los vecinos y aquí puedo hacerlo sin problemas, suene como suene», explica a ABC, testigo de su intimidad.
Su caso resume la esencia con la que Víctor Espinós (1871-1948) –musicólogo, crítico y académico de Bellas Artes– ideó la biblioteca que ahora cumple su primer centenario. Durante buena parte de su historia el espacio estuvo ubicado en la Casa de la Carnicería de la Plaza Mayor , justo al lado del antiguo parque de bomberos de la calle Imperial. «Durante décadas los madrileños la conocían como la biblioteca del parque de bomberos», explica Araceli Turina –nieta del célebre compositor Joaquín Turina–, encargada del préstamo de instrumentos, otro de los servicios que, desde 1932, ofrece esta institución.
Donaciones ilustres
Espinós logró convencer a su círculo de amistades –con grandes lazos entre la aristocracia y la nobleza española– para que donaran instrumentos y acercar así la música y su estudio a personas que, por su condición social, no tenían facilidades para hacerlo. Algunos de ellos, guardados y conservados con sumo cuidado, constituyen hoy un rico patrimonio que la biblioteca municipal está deseando poder exhibir a los madrileños. Así lo asegura Inmaculada Seldas, su directora. Una gran exposición permitirá ver de cerca algunas de estas piezas de «extraordinario valor». Se inaugurará el 15 de noviembre y estará abierta al público hasta el 12 de abril del año que viene. Será el eje central de la conmemoración del centenario y, en torno a ella, se organizarán conciertos y conferencias. «Habrá instrumentos disponibles para aquellos que quieran tocarlos en directo», avanza Seldas sobre alguno de los secretos de esta muestra.
Entre otras curiosidades, se podrá ver un bombo en miniatura donado por la Infanta Isabel en los años 20, y que formó parte de la colección de los Infantes de España. Esta pieza, atesorada con mimo por la institución municipal, formó parte de la «Biblioteca Musical Circulante» también ideada por Víctor Espinós y que se movía por jardines y parques como El Retiro. Las salas de este espacio albergan otros instrumentos de gran formato que se mantienen con vida regalando los sonidos con los que fueron concebidos. Es el caso de un espectacular , de 1840, que fue adquirido «por 80 pesetas» y que formará parte, asimismo, de la exposición junto con otros instrumentos como una guitarra donada por Andrés Segovia –obra del célebre luthier Santos Hernández– en 1929. Uno de los objetivos que nos hemos planteado en esta exposición es recuperar el sonido original de los instrumentos», explica la directora. Entre otros objetos, se han restaurado cajas de música antiguas. Un verdadero trabajo de arqueología –tanto Seldas como Turina son arqueólogas de formación– que pondrán de relieve una pequeña muestra de los 100.000 objetos catalogados que conserva la institución, desde el siglo XV hasta nuestros días.
Rollos de pianola, discos de pizarra, cartuchos de ocho pistas –el antecedente de los casettes–, vinilos o cedés completan una enorme selección de soportes. La Víctor Espinós conserva algunas valiosas donaciones como las partituras manuscritas del violinista y compositor Jesús de Monasterio o un ejemplar del Retablo de Maese Pedro dedicado por Manuel de Falla en 1926 . La biblioteca presume también de tener una de las mejores colecciones de «quijotes musicales» entre otros documentos de excepcional factura como algunos tratados –del siglo XVIII– para aprender a tocar instrumentos.
La música como un hilo invisible, nexo entre todas las épocas, sigue sonando entre los muros de Conde Duque. Al fin y al cabo, como dijo Sancho a Don Quijote –y tomó prestado como lema Espinós para su biblioteca– «donde hay música no puede haber cosa mala».
Noticias relacionadas