A la caza del turista en Madrid: «Ahora es como encontrar un diamante»

Los escasos viajeros nacionales y los propios madrileños no palian la desaparición de los foráneos

Solo un tercio de los hoteles de la región están abiertos, con ocupaciones por debajo del 15 por ciento

Un camarero busca clientes para su terraza, este viernes, en la Plaza Mayor ISABEL PERMUY

Cris de Quiroga

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Una decena de personas aguardan a la intemperie, enfundadas en sus abrigos y con sus carnés oficiales al cuello, a las puertas del Museo del Prado . Levantan la vista cuando un viandante se acerca. «Me toca a mí», señala uno de ellos. Otro sujeta un papelito en la mano, una lista manuscrita que ordena sus nombres. La espera no da sus frutos, no hay clientes que asediar. Tras una primavera nefasta, este grupo de guías turísticos continúa de brazos cruzados. Los viajeros aún no han regresado a Madrid, donde el turismo representa el 7 por ciento del PIB (Producto Interior Bruto) y da empleo a alrededor de 400.000 personas.

Antonio Sánchez ejerce desde 1986. «En la galería central hay como mucho veinte personas, es penoso. Ahora hacemos un recorrido diario por el museo, algunas veces ninguno; antes podías hacer cuatro en un día», recuerda. Antes, cuando se apostaban en el interior del edificio. Pero las medidas sanitarias por el Covid-19 les obligan a soportar el frío y el paso del tiempo mientras los turistas no llegan. «Solo viene turismo nacional y algún extranjero, sobre todo, franceses, pero que residen en Madrid», cuenta Sánchez.

Descuentos en vano

Carlos López, también veterano del oficio, apunta que la mayoría de curiosos del Prado son autóctonos. «Son madrileños que en gran medida conocen el museo y desconocen un poco lo que hacemos», explica. Así huye el trabajo de estos autónomos. «Hacemos precios especiales para intentar captar algo» , reconoce a su vez Ignacio Camacho, aunque prefiere callar la tarifa exacta. Sin embargo, los descuentos no sirven para engatusar a los escasos visitantes.

Varios guías turísticos aguardan a clientes que no llegan frente al Museo del Prado I. P.

Avanzada la mañana, dos mujeres salen de la exposición —bautizada con el nombre de «Reencuentro»—. «Somos habituales, venimos mucho al museo. Dentro está vacío , no me ha parecido ver a ningún turista, tampoco asiático», asegura una de ellas, Elena, profesora jubilada. Poco después, una pareja se dirige a la entrada. «Soy francesa, llevo aquí nueve años y es la primera vez que vengo al Prado», comenta la chica. Sin colas, sin bullicio , es buena ocasión para hacerlo.

A través de la ventanilla de un taxi, los lugares más emblemáticos de la ciudad ofrecían ayer una imagen traslúcida. Ni rastro de palos de «selfie» en los alrededores de la diosa Cibeles, de mochilas abultadas sobre hombros inquietos, de bolsas de marcas que pasean sus dueños por Gran Vía. «¿Buscáis turistas? Eso ahora es como encontrar un diamante» , declaraba al volante José. «No he pillado a ninguno, hace media hora he visto a una japonesa con una maleta en Goya y me ha llamado la atención. Ahora eso no se ve», afirmaba el taxista.

Los jardines de Sabatini sobrellevaban este viernes apático. Leones, jinetes poderosos y dioses de torsos pálidos son los testigos impasibles de la calma. Dos cabezas de cabellos platinos paseaban junto a la fachada norte del Palacio Real; el hombre llevaba consigo un libro: «Spain, The Rough Guide». Ambos son británicos y actores, Stephen Boxer y Sara Stewart, que aterrizaron hace unos días para, durante dos semanas, participar en el rodaje de la nueva serie de Alejandro Amenábar. «Somos mitad trabajadores, mitad turistas» , ironiza Boxer, que se aloja en el Hotel Barceló Emperatriz. «Hay doscientas habitaciones y solo veinte ocupadas. Me han contado que antes estaba a rebosar de hombres de negocios americanos», destaca.

Boxer no lo sabe, pero los datos de la Asociación Empresarial Hotelera de Madrid (AEHM) corroboran sus palabras. Solo un tercio de los hoteles de la región están en funcionamiento, con ocupaciones por debajo del 15 por ciento . Precisamente para superar este año complicado, la próxima semana celebrarán la cuarta edición de Madrid Hotel Week, en la que colabora el Gobierno regional —por primera vez— y el Ayuntamiento de Madrid, bajo el lema «Con más motivo».

Madrid, como un «pueblo»

Ajenos a estas iniciativas para impulsar el dañado sector turístico, Boxer y Stewart disfrutaban este viernes de la insólita faceta de la capital. «He venido más veces por trabajo. Ahora es agradable hacer turismo, con todo esto las ciudades se están convirtiendo en pueblos , la gente es más simpática en las tiendas y en todas partes», describió Stewart, antes de internarse en el Palacio Real.

La búsqueda sin éxito condujo hasta el mercado de San Miguel , clausurado hasta nuevo aviso por la crisis sanitaria. En la terraza a sus puertas, donde el 80 por ciento de la clientela acostumbraba a ser extranjera, ahora sirven a un puñado de españoles. «El otro día uno me dijo “hello” y me asusté», ríe uno de los camareros, Corner Potirniche, empleado desde hace trece años en el local. «En verano había un poco más, sobre todo, franceses, y algún italiano», añade. Suelta otra broma a modo de despedida: «Si encontráis turistas, avisadme».

La maleta de Santiago Penzo es la única que se avistaba este viernes en la Plaza Mayor I. P.

En la Plaza Mayor , destino final, hay una maleta. Es de Santiago Penzo, venezolano e italiano, que tiene prisa, rumbo a su nuevo apartamento. «Vine hace un mes de Austria para visitar a unos familiares. Me alojo en un piso turístico y me cambio a otro. Me quedaré unas semanas más», resume apresuradamente. Él y su maleta desaparecen; apenas ha sido un espejismo .

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