Cartas a la alcaldesa
Ruido
La música no escogida es malestar, calvario. Una contaminación que nadie atiende
![Un músico toca en una de las calles céntricas de Madrid](https://s1.abcstatics.com/media/espana/2019/01/08/musico-callejero-madrid-kVNI--1248x698@abc.jpg)
Les ahorró usted un examen en su momento a los músicos de calle , y nos parece muy bien, alcaldesa, porque esos exámenes venían a ser como exigirle a un pirata que viva graduado en ópera. Impuso ese examen en su día Ana Botella , y usted lo retiró. El músico callejero no tiene otra licenciatura que la vocación ardiente, el bolsillo más bien tieso, y una guitarra con partitura de Sabina . Por eso fue un acierto lo suyo, alcaldesa, porque el artista es libertad, pero una libertad de esquina, en esta caso, y a ver cómo le privamos de una esquina de Gran Vía a un tío que toca graciosamente «Pongamos que hablo de Madrid».
Vaya desde aquí el aplauso a lo suyo, porque lo de Botella, eso de sentar en un pupitre municipal a los forajidos de la música, era una bobada de última ocurrencia que nos acabó trayendo más pedigueños que pianistas. Pero resulta que los músicos de esquina sí tienen que cumplir un cronómetro de actuación, y seguir el mapa municipal previsto, para soltar el repertorio. Y esto no se está respetando, alcaldesa, al menos no se está respetando en la zona Centro, que es donde tenemos más campamento de cantantes sin techo. Hablo de Opera , de la Plaza de Santa Ana , de la Plaza Mayor . Hablo de Chueca , y de la calle Fuencarral . Los vecinos se vienen quejando de que escuchan todo el día una partitura de Vivaldi, o bien la melodía de «El Padrino». Y así varias horas, que son ocho o nueve horas. Lo de Vivaldi y «El Padrino» está muy bien, pero si es un rato y la música la pones tú.
Quiero decir que los vecinos tienen derecho a su propia música, que incluye el silencio, y los músicos a la suya, claro, que debe incluir también el silencio. En Madrid estamos ahora muy finos con aliviar la contaminación atmosférica, pero no nos preocupamos de aliviar el ruido de ambiente, donde somos una capital del dolor, según la máxima del poeta, a otros efectos. Madrid no conoce el silencio, alcaldesa, aunque los coches van a 70 por la M-30. En el autobús se nos asoma el que va a pedir limosna con un acordeón encima, y luego está el que da un conciertazo en Callao, pero sin minutero, que es lo que ahora se pide. Pero de minutero nada. La música no escogida es ruido, malestar, calvario. Una contaminación que nadie atiende.
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