Carmena incumple su promesa de rehabilitar los restaurantes okupados de la Casa de Campo
El Ayuntamiento presupuestó 30 millones de euros para reparar la imagen de estos antiguos establecimientos hosteleros
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Muchos de los emblemáticos restaurantes del paseo de la Restauración , en la Casa de Campo , siguen condenados a un total abandono . En los últimos años, esta antigua ruta gastronómica ha experimentado una vertiginosa evolución negativa, con los locales okupados por mafias de gitanos rumanos y, tras su paso, completamente destrozados y convertidos en un nido de porquería e insalubridad. Aunque el Ayuntamiento de la capital anunció el año pasado una inversión de 30 millones de euros para una rehabilitación integral, hasta el momento no se ha acometido ni una sola reforma y los inmuebles siguen abandonados a su suerte.
La situación, no obstante, ha cambiado. La afluencia de okupas se ha reducido notablemente después de que hace poco más de un año los restaurantes que mantuvieron su actividad presentasen una protesta al Consistorio. Según el responsable del Palacio de la Misión, uno de los que sobrevivieron a la crisis, después de su queja hubo una actuación policial que, pese a que se prolongó durante un tiempo, consiguió expulsar a los usurpadores.
Las mafias de okupas rumanos que se habían adueñado de los locales cerrado, fueron forzados a abandonar los salones y las cocinas en las que se habían instalado. Esto supuso un gran avance para los restaurantes de las inmediaciones, como La Pesquera, cuyos responsables recuerdan que entonces «había clientes que se intimidaban» por el alto número de okupas: «A pesar de que actualmente aún hay alguno, la situación ya no se puede comparar con la del año pasado».
El resto de restaurantes sitúan el principal problema de la zona en el estado de abandono y lo destrozados que están los locales vecinos; algo que «debería ser solucionado cuanto antes» por el Gobierno municipal. Por su parte, desde el Palacio de la Misión aseguran que la escasa presencia de okupas ya no supone ningún problema para su establecimiento y que eso se demuestra en «el aumento del volumen de negocio » que han tenido en los últimos meses. «Los que pueda haber ya no molestan. Vienen a dormir y por la mañana se van a trabajar a semáforos», aseguran, tras afirmar que el vigilante de seguridad con fines «disuasorios» que tienen contratado las noches de viernes y sábados, «nunca ha visto ningún problema».
Falsa esperanza
Estas quejas se basan en la dinámica ruinosa que se ha apoderado de estos inmuebles que, tomadas por la maleza, proyectan una imagen digna de una película de miedo, con las botellas y cubiertos aún presentes. Esto parecía que iba a cambiar cuando el Ayuntamiento prometió una inversión de cerca de 30 millones para la revitalización de la zona. Como informó ABC, la empresa municipal Madrid Destino, que gestiona el recinto ferial de la Casa de Campo, el plan se realizaría a lo largo de 2017. Entonces, calificaron la rehabilitación como «una prioridad», pero superado el primer semestre del 2017, no se ha hecho nada.
Salvo el triunfo conseguido tras el desalojo de los okupas, el plan parece paralizado y el complejo sigue encontrándose en un estado cada vez más desmejorado. Actualmente, Manuela Carmena es quien gestiona Madrid Destino , después de que la alcaldesa destituyese a Celia Mayer como responsable del área de Cultura -de quien depende la entidad municipal- y a la consejera delegada, Ana Varela, porque la su gestión de la organización «no alcanzó los objetivos marcados».
Aunque Carmena ha insistido en justificar que estos ceses se debieron a la gestión de la empresa, lo cierto es que el detonante fue la denuncia del Open de tenis, que se hizo a sus espaldas para denunciar un supuesto caso de corrupción . Mayer, Varela y Carlos Sánchez Mato están citados a declarar ante el juez, tras admitirse a trámite una querella contra ellos por prevaricación, malversación de caudales públicos y delito societario.
Necesidad de intervenir
Un simple paseo por la zona es suficiente para percatarse de la necesidad de intervenir lo antes posible para salvar los míticos establecimientos, de titularidad municipal . Currito, Colonial de Mónico, el Bosque Sagrado o Guipúzcoa presentan una estampa desoladora: ventanas reventadas, puertas destrozadas, graffitis en las paredes interiores de los comedores o pavimentos destrozados son el denominador común detrás de la valla de separación y del cordón policial que impide la entrada a los viandantes.
Uno de los más afectados es el Currito . En su patio de entrada, sillas y mesas pasan los días a la intemperie, con restos de muebles atrancando su entrada principal. Cientos de botellas vacías se acumulan cubiertas de polvo en unas edificaciones a las que se accede por ventanas o puertas derruidas junto a una gran cantidad de arbustos salvajes y hojas que dificultan aún más el acceso.
La situación no es mejor en otro de los establecimientos, el Bosque Sagrado . Sus amplios salones se encuentran cubiertos de pintadas y su cocina destaca por la ausencia de los electrodomésticos y objetos propios de este habitáculo, saqueados durante desde que se cerró. Una escalera que comienza a un metro de altura y una puerta tapiada con ladrillos son otros ejemplos de su fisonomía actual. Los antiguos salones son ahora habitaciones en las que se encuentran los restos más visibles dejados por los okupas, como almohadas y mantas improvisadas.
La despedida del Rey Juan Carlos
No hay que remontarse muy atrás para observar el pasado dorado del paseo de la Restauración. En junio de 2014, el Rey Juan Carlos celebró en el Currito una cena de despedida antes de su abdicación junto a numerosas personalidades de la Transición y un gran número de exministros de Adolfo Suárez y Felipe González. Pocos meses después, el establecimiento cerró debido al alto precio del alquiler exigidos por el Gobierno municipal del momento y se sumó a la lista de restaurantes de la zona caídos en desgracia.
El Paseo de la Restauración vivió su mejor momento en la década de los noventa, cuando alguno de los negocios afincados en esta zona llegó a celebrar hasta diez bodas en tan solo un fin de semana. La situación cambió con el cambio de siglo. El número de clientes descendió, y los restaurantes de la zona comenzaron a endeudarse con el Ayuntamiento ante la imposibilidad de pagar los altos cánones establecidos.
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