Cañada Real: el negocio de compraventa de droga no cesa y la estrella es la heroína
La heroína vuelve a ser el producto estrella y hay nuevas rutas a pie
Caminan exhaustos a lo largo de la calle de Francisco Álvarez de la Cañada Real Galiana. Por la distancia, el calor, porque las fuerzas les flaquean y por el «mono». Son los toxicómanos más deteriorados y los que están en el último escalafón de los «sin nadie» . No tienen dinero ni para pagar una «cunda», los taxis de la droga, que llevan a estos enfermos a la zona de en la que se vende droga. Ni tampoco energía para hacerle algún trabajillo al camello de turno. A pesar de que abundan los escombros debido a que la Policía Nacional hace años que decidió derribar las viviendas en las que traficaban con estupefacientes cuando detenía a los responsables, el trapicheo sigue.
Quienes viven ahí o trabajan en la zona lo aseguran. «Todo sigue igual. Aquí vienen a diario miles de personas a comprar, sobre todo heroína, que está en alza. Lo único que ha cambiado es que en lugar de las viviendas, utilizan remolques o casetas de obra a las que llaman “yanquies”». Son más baratas y así no corren el riesgo de que les echen abajo los laberínticos búnkeres , con las puertas blindadas y salas para consumir, con el consiguiente perjuicio económico. Eso afirma el párroco de la iglesia de Santo Domingo de la Calzada, miembro del equipo de mediación. Por esa zona pululan los toxicómanos.
«Los puntos de venta han cambiado y la forma de manejar la sustancia. En las casetas tienen menos y se tienen que desplazar a por más y si les sorprende la Policía no les da tiempo a destruir la droga, pero la cadencia sigue», recalca Rodríguez. Ante el acoso a las «cundas», han aumentado las rutas a pie y hay algunas nuevas desde Rivas Vaciamadrid. El párroco no achaca el aumento de los narcopisos en muchos distritos a la marcha de estos «camellos». «Salvo excepciones, hay pocos gitanos en ellos. Son subsaharianos, suramericanos...». A su juicio, hay más oferta porque hay más demanda.
No opina igual Elena Martín, portavoz vecinal del sector 6. «Diversifican el negocio y venden aquí y en barrios. Es el cuento de nunca acabar ». Los que trapichean aguardan a sus clientes, que no fallan en su viaje hacia la destrucción .
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