‘¡Qué calor!’, los veranos madrileños cuando la vida era de color sepia
El Portal de Archivos de la CAM saca a la luz antiguas fotos de los estíos capitalinos
Cada verano, con cada ola de calor, la desmemoria se alía con la sempiterna capacidad de sorpresa del personal. Es de ley que en julio y agosto se dispare el mercurio hasta casi reventar el termómetro, y uno jamás deja de lamentar aquello de que, en la capital, «nueve meses de invierno y tres de infierno» . Pero más allá de la AEMET y sus alertas, los Archivos de la Comunidad de Madrid guardan un amplio catálogo de imágenes, ahora accesibles al público a través del Portal del Archivos alojado en la web institucional del Gobierno regional, que demuestran que nuestros abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y demás antecesores también sudaban la gota gorda bajo un sol implacable y unas temperaturas que les freían igual que si estuvieran friéndose, vuelta y vuelta, en la sartén de Andalucía.
Bajo el oportuno título de ‘¡Qué calor!’, esta muestra digital recorre los veranos en blanco y negro de buena parte del siglo XX, entre las décadas de los 30 y los 70, cuando los madrileños (como todos los españoles) combatían la calorina con abanicos, sombrillas, alguna limonada, rajas de sandía bajo un toldillo y mucha agua de botijo, que es la que sabe mejor. Con el perjuicio de que, aquellos años, los pantalones cortos eran para los escolares y las chanclas, camisetas o minifaldas ni siquiera existían. Entonces, por poco que se tuviera en la cartilla de ahorros, se vestía con decoro.
La selección fotográfica –más de 60 imágenes– suma las realizadas por el maestro del reporterismo Martín Santos Yubero , pertenecientes a la colección ‘Madrileños’ del Archivo Regional. Así, foto a foto, uno se deleita contemplando cómo el antiguo paisanaje capitalino aliviaba los rigores del verano zambulléndose en aguas del Manzanares a la altura del actual Puente de los Franceses ; metiendo la cabeza bajo el chorro de cualquiera de las cientos de fuentes repartidas por calles y cruces; llevándose a la familia a la flamante Playa de Madrid , inaugurada en 1932, con la tortilla a cuestas para no desfallecer... Más tarde, llegaron las piscinas municipales, en ocasiones tumultuosas, como la Playa Victoria, de Tetuán; las Niágara de la Cuesta de San Vicente; El Lago, en la Casa de Campo; o la más concurrida: el Parque Sindical en Puerta de Hierro.
Trabajadores sesteando en bancos de la calle, señoritas en terrazas con su copa de helado, niños columpiándose en bañador en el Jardín de las Vistillas... Qué años, qué veranos.
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