Bober, la tienda donde se encuentran todos los tejidos
Especializados en forros de seda sin fibra, a esta tienda acuden estudiantes de diseño, grandes estilistas y las confecciones de vestuario para teatro, cine y televisión. María de las Mercedes fue clienta habitual de este comercio
Forros de seda sin fibra que no se pegan y no dan calor. Este tipo de tejidos, muy raros de encontrar hoy en día, son uno de los artículos más vendidos en Tejidos Bober , negocio centenario de la capital española situado en el número 12 de la calle Imperial. Por esta tienda pasan diseñadores de renombre como Sybilla, Ágatha Ruiz de la Prada o Cristina Valenzuela. Además venden para tiendas como Loewe y trabajan con productoras de teatro, cine y televisión para series como Acacias 38 o Amar en tiempos revueltos. Clienta habitual fue María de las Mercedes, madre de Juan Carlos I, a quien le gustaba ir personalmente a comprar los tejidos y después se pasaba por la tienda de alpargatas ubicada en la misma calle
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La familia Bober se hizo cargo de este negocio en 1919. Ramón Bober Torres, natural de Planolas (Gerona), llegó con 17 años a Madrid para trabajar en la tienda de su tío Francisco Muntán Colomer. Un local conocido como Tienda de la Cruz (se cree que por su proximidad a la Plaza de la Santa Cruz) donde se vendía algunos tejidos y uniformes de trabajo. Allí se había instalado en 1834 un empresario catalán, Salvador Muntán, padre de Francisco. Y esa fecha es la que consta en la licencia municipal del establecimiento. «Mi abuelo comenzó de aprendiz con su tío Francisco quien al no tener hijos le dejó en herencia la tienda», cuenta a ABC Montse Bober, nieta de Ramón, y hoy al frente del negocio. Tiene la ayuda de su hermano José Ramón y de sus primas Rita y Marina.
Una vez el señor Bober se quedó con la tienda, ésta fue ganando fama al introducir la venta de forros y entretelas en el surtido de productos. Trabajó con cuatro de sus cinco hijos (uno de ellos falleció con 15 años). Ramón, José y Antonio le ayudaban en la venta de tejidos y la primogénita, María, se ocupaba de la contabilidad. «Durante la Guerra Civil mi padre José y mi tío Ramón, con nueve y diez años, tuvieron que ir a la contienda con telas y tabaco. Hacían trueque para conseguir comida a cambio de las telas y los cigarrillos les servían para facilitar las negociaciones con los soldados. Según nos han contado, pasaban mucho miedo», recuerda Montse. Fueron ellos los que años después pudieron adquirir el local, cuyo propietario era un francés que con el comienzo de las obras del edificio prefirió desentenderse de este patrimonio. El edificio es uno de los más antiguos de la Plaza Mayor (se cree que de comienzos del siglo XVI) y de los pocos que sobrevivió al incendio de la plaza en 1790. El primer piso también les pertenece. Allí vivió la familia y hoy sirve de almacén. «Estaban conectados por una escalera de caracol que tenemos guardada», cuenta la responsable. Siguen conservando de la primera época del negocio una radio y el despacho. «Las estanterías originales se estropean con las reformas», añade. En un origen este edificio tenía soportales, como la Plaza Mayor, y se dedicaba a la ganadería. Montse Bober conserva un contrato de 1748 firmado por el rey Fernando VI en el que se pedía que las tropas pudiesen pernoctar en el local.
Un patimonio en telas
«Mi abuelo, mi padre y mi tío fueron muy provisores. No nos han dejado dinero pero sí telas», cuenta Montse. El piso de arriba y el sótano funcionan como almacén e incluso otros espacios que tiene la familia en las afueras de la capital. «En esta casa puedes encontrar telas de 30-40 años , algunas de ellas ya ni se fabrican», revela la propietaria. En una ocasión, ordenando el género, aparecieron sábanas de lino y algodón de su tatarabuelo, «verdaderas joyas que se vendieron rápidamente». A la venta tienen igualmente gasa tarlatana . Casi todo el género llega de Cataluña y de Valencia. Se encuentran forros de los más diversos colores y tal y como subraya Montse Bober, «son forros de seda sin nada de fibra muy difíciles de encontrar. Un poco más caro pero son tejidos que no se pega y no da calor«, puntualiza. Por ese motivo buscan este tejido muchos diseñadores. Antiguamente los sastres, «que ya han desaparecido prácticamente« y las modistas. Ahora los estilistas y las nuevas generaciones que vuelven a coger aguja e hilo, y el negocio de los vestidos de novia. Tampoco faltan estudiantes de las escuelas de diseño ni las casas de vestidos de novia. Entre los clientes, la actriz Clara Bilbao , o el ya fallecido Tino Casal «que se compraba aquí muchos de los tejidos para hacerse su ropa«. Como curiosidad Montse Bober cuenta que todavía conservan el tejido con el que se realizaron las camisas para la película Matador de Pedro Almodóvar. En esta casa se vende también terciopelo para confeccionar vestidos, para tapizar y para las cofradías.
Todos los dependientes que por aquí han pasado entraron muy jóvenes, con 13 o 14 años, como Javier, que este año cumplirá 43 años detrás del mostrador de tejidos Bober. La cuarta generación de la familia, sobrinos de Montse, está todavía estudiando y es pronto para saber si seguirán el negocio familiar aunque a priori la idea es seguir con sus carreras. «Afortunadamente el local es nuestro, tenemos un buen patrimonio en telas , y es un producto que busca mucha gente. Funciona bien pero no sabemos cuánto tiempo seguiremos», aclara la responsable. A juzgar por las telas que todavía almacenan, hay tienda para rato. Y como dice el dicho, “si no encuentras algo vete a Bober”.