El Banco de Alimentos, al límite: «Estamos como en el pico de la crisis de 2008»
El encierro, junto a la pérdida de empleos y los ERTE, dispara las peticiones de ayuda
Hace apenas dos semanas, el Banco de Alimentos de Madrid lanzó una llamada de auxilio porque sus almacenes estaban al mínimo tras el aluvión de peticiones de ayuda causado por el coronavirus. Las cifras son de vértigo: si el pasado mes de febrero atendió a 145.000 madrileños, hoy son 190.000 . Las solicitudes no se cuentan solo en personas. El Banco ha sumado dieciséis nuevas entidades receptoras, además de las habituales, y hay otras cuarenta en lista de espera, entre ellas alguna embajada. Para poder afrontar esta situación, la entidad ha puesto en marcha una «Operación Kilo Covid-19», en la que las donaciones se pueden realizar hasta el 6 de mayo a través de su página web , con la que buscan reunir un millón de kilos de alimentos no perecederos.
Debido al gran aumento de la demanda y el confinamiento, el Banco de Alimentos ha tenido que rediseñar su operatividad de arriba a abajo, pasando por la cadena de distribución. Sus voluntarios habituales son, en su mayoría, gente mayor que, al ser población de riesgo, estos días se ha quedado en casa. La solución a ese vacío ha sido sumar nuevos voluntarios , muchos de ellos jóvenes que se han acercado a la entidad por primera vez o ciudadanos afectados por un ERTE, y contratar trabajadores para cubrir los repartos que, junto a las compras de alimentos para hacer frente al «agujero», ha disparado sus costes. «En abril nos ha ayudado la Guardia Real a repartir y empresas con donaciones puntuales, pero tenemos muchos meses por delante… Diría que estamos en una situación límite », explica a ABC Gema Escrivá, directora del Banco de Alimentos de Madrid.
«En 2008 la gente tardó en pedir ayuda. Ahora ha sido inmediato»
La paralización del país por el estado de alarma ha supuesto a muchas familias que su caudal de ingresos habituales se congele. No solo para aquellos que pueden acogerse a las ayudas estatales, también para los que subsistían gracias a la economía sumergida. « Estamos como en el pico de la crisis de 2008 en cuestión de mes y medio », reconoce Escrivá. «Hemos notado que, así como en 2008 la gente tardó en pedir ayuda porque tenía ahorros, ahora la petición ha sido inmediata. No tanto por el dinero, sino porque toda esa actividad que en la crisis de 2008 se podía seguir haciendo, aquí se ha cortado de golpe», ahonda Escrivá.
Herida social
Mientras los días pasan, la brecha cada vez se abre más. La directora de esta entidad cifra en 400.000 los kilos de alimentos que necesitan para hacer frente a la necesidad actual. «No está entrando tanto», apostilla Escrivá, que ya vaticina una herida más profunda que la de 2008. «Esta crisis va a ser muy larga, muy dura a nivel social», asevera.
El golpe de la pandemia también se sufre allí donde el Banco entrega alimentos. Un ejemplo es la Orden de Malta que, si por norma atiende a 350 personas en el barrio de Ventilla, ahora entrega unas 600 comidas diarias entre bolsas de alimentos que dan a la puerta de su centro o la ración que sus voluntarios llevan a domicilios.
Aline Finat, hospitalaria de la Orden, también pone la crisis de 2008 como referencia para intentar explicar lo que se está viviendo. «Fue terrible, pero no la desesperación que estamos viendo ahora », expone, al tiempo que señala que hay mucha gente que reconoce que es la primera vez que pide ayuda. Muchos, según apunta, no han acudido aún porque el confinamiento ha contenido la avalancha, pero no la descarta una vez se levanten las restricciones. «Ya vimos cosas como padres de familia con niños pequeños en el comedor, con una dignidad, con gente de todo tipo… Se te partía el alma. Y es algo que vamos a volver a ver. Nuestros niños se van a criar con un panorama desolador», afirma.
La Orden de Malta ya ha puesto límites a los servicios que ofrece al verse desbordada desde que el Gobierno decretó el estado de alarma, pero, tal y como apunta Finat, es posible que no sea algo transitorio . Esta organización trabaja pensando en el hoy, pero también «mirando al mañana». A ese futuro no tan inmediato que todavía se ve incierto. «Nos reiventamos todos los días, hacemos cábalas... Pero vamos a tener que ser firmes y hacer una selección drástica porque no damos abasto . Entre todos, entidades y servicios sociales, vamos a tener que ver la forma de derivar personas. Ver dónde van unos y dónde otros. Me temo que va a ser la única manera de atender a todo el mundo», plantea.
«La crisis de 2008 fue terrible, perono la desesperación que estamos viendo ahora»
Estas entidades temen que la «explosión» de dádivas de estas últimas semanas se frene si la situación personal de los donantes cambia, si pierden su empleo o se tienen que apretar el cinturón. Su único deseo, reconoce, es que la situación no sea «peor de lo que esperamos». Pese a la incertidumbre, esta hospitalaria, que da por hecho que el futuro vendrá complicado, no pierde la es peranza . Finat destaca que dentro de su organización, desde otros países europeos, miran impresionados a la respuesta de los españoles: «Si puede, la gente es muy generosa en situaciones de necesidad. A calor no nos gana nadie ».