La artesanía renace como bien de lujo tras años en el olvido
Maestros lutieres, de la cerámica o el textil ven la pandemia como punto de inflexión: «Ha generado concienciación»
Una feria reúne, hasta el 5 de junio a comercios, artesanos y diseñadores para poner en valor la autenticidad
En la pared de un bajo del barrio de Palacio cuelgan decenas de herramientas; en las estanterías reposan tablas de madera, algunas de ellas con la silueta dibujada de una guitarra. Felipe Conde las manipula con cuidado, el mismo que su tío y su padre le enseñaron desde el primer día que entró al taller, hace ya 51 años. Para este lutier, la guitarra es terapéutica; la música, un bien cultural; y la artesanía, esa que mama desde niño, un arte casi marciano que por fin vuelve a valorarse.
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A un kilómetro y medio del estudio de Conde, Nuria Mestre se atrevió a abrir en septiembre una tienda de cerámica en el barrio de Justicia . Ellos son la cara y la cruz de la moneda de la artesanía: el veterano y el emprendedor. Un nombre reconocido en su sector y otro que comienza a hacerse un hueco , pero que juntos luchan por lo mismo: que se aprecie el producto realizado en España, en Madrid. Y parece que, con la constancia de compañeros de este amplio gremio y con la concienciación de la sociedad, hacen resurgir ese ‘made in Spain’ que durante años permaneció en el olvido y sobre el que pesaba la percepción de poco elaborado. Nada más lejos de la realidad.
La tradición de lutieres en la familia de Felipe Conde se remonta a 1895, cuando Domingo Esteso , tío abuelo del artesano, comenzó a fabricar guitarras; aunque no fue hasta 1915 cuando plasmó su nombre en ellas. Tras su fallecimiento, el padre y el tío de Felipe se hicieron cargo del taller que, desde 1988, dirige con orgullo él. Por esas cuatro paredes han pasado Leonard Cohen , Bob Dylan , Lenny Kravitz, Los Habichuela y Paco de Lucía , entre otros. Todos se han ido con una guitarra bajo el brazo. Y han vuelto. «Fabricar una guitarra son, mínimo, dos meses de trabajo. Y si cuentas el secado de la madera, hablamos de años. ¿Cómo se calcula el valor?», se pregunta Conde: «El problema de la artesanía en España es que no se cotiza y, en este caso, pagas el 21% de impuestos , aunque la música sea un bien cultural», critica.
Además de músicos y profesionales, entre su clientela se encuentran aficionados de alto nivel cultural que tienen capacidad para pagar instrumentos de estas características. Las historias de Conde son interminables, aunque no quiera presumir. Su padre y su tío introdujeron la guitarra de palo santo para flamenco. Esa que siempre acompañó a Paco de Lucía. Una carta del músico, de hecho, preside la entrada del taller.«Tal vez, sin dame cuenta, me he preguntado muchas veces el por qué de mi gratitud hacia los hermanos Conde. También otras muchas veces me he contestado esa pregunta de forma sencilla: con las guitarras de los sobrinos de Esteso me encuentro muy cómodo», puede leerse en ella. Esas palabras de un cliente son el mayor reconocimiento.
De Ava Gardner a Pío Baroja
La pandemia ha supuesto un punto de inflexión. «La gente se animó a aprender. La guitarra es terapéutica, desestresante. Ahora, se está empezando a valorar más la artesanía porque éramos como marcianos. Hay gente que me ha llegado a preguntar si se puede vivir de esto», afirma Conde, y sentencia: «La artesanía no se compra, o compraba, porque no se valora el trabajo».
En el barrio de Las Letras, Marcos Seseña está al frente del negocio centenario de capas que montó su bisabuelo en 1901. Por la puerta han pasado personalidades de la talla de Ava Gardner , Pío Baroja , Valle-Inclán y el Rey Alfonso XIII . «Seseña fue una compra, un regalo o una visita obligada», resume el representante de la cuarta generación al frente. En su taller se confeccionaron l as primeras capas de mujer y fueron unos de los pioneros en instalar una suerte de página web en 1998.
Tras 121 años de historia, Seseña ha conseguido mantener el negocio aunando las capas clásicas con las modernas. «¿Quién podría sobrevivir a una crisis financiera, una pandemia y una guerra?» , se pregunta el director del establecimiento, teniendo en cuenta que el 70% de sus clientes son extranjeros. «La clase media ya no puede acceder a nuestros productos, salvo que se endeude. Solo puedo dirigirme a una determinada clase económica. En España, este es un producto de lujo», reconoce Seseña, con cuyo trabajo mantiene vivo el espíritu de lo que fundó su bisabuelo, un aprendiz de sastre.
Los artesanos se encuentran desde este viernes en la Madrid Craft Week , la feria del sector que pretende ser una cita con «la autenticidad, la creatividad y el lujo sostenible» y que se celebra hasta el 5 de junio con más de 250 comercios, artesanos y diseñadores. Para Seseña, el evento se realiza en «un momento de Madrid muy potente» y puede generar un «movimiento que quizá aumente futuriblemente el público comprador». Conde opina que sirve «para acercar el público al taller» y que no los vean «como bichos raros».
Decidir emprender
En el bando de los emprendedores están Andrés Gallardo y Marina Casal, fundadores de la marca de joyería y marroquinería con porcelana que lleva el nombre de él. En 2011 decidieron abandonar la casa de moda española en la que trabajaban y apostarlo todo a un sueño. «En ese momento, la gente se fijaba más en lo de fuera que en lo español. Fuera se valoraba la artesanía y el precio que costaba . Ese camino es el que iniciamos aquí», afirma Casal. «La pandemia ha dado un empujón a la concienciación. Vemos que se puede vivir de otra manera», argumenta, aunque sus principales mercados sean China y Estados Unidos. «Las marcas de lujo también lo están poniendo en valor. Algunas eran artesanas, pero no lo explotaban; ahora lo hacen», continúa. Ellos lo hacen todo, desde cero, en un taller en Portugal y finalizan en la tienda del centro de Madrid. «La artesanía está ahora en la cabeza de todos» , zanja Casal.
En la zona de La Latina, Pepa Entrena montó Cocol hace cinco años. Su propuesta es diferente: «Una apuesta por la artesanía española que siempre ha estado en casa de los abuelos y habíamos olvidado». Entrena viaja por pueblos de España y compra los productos a artesanos que no se publicitan ni en internet o a gente mayor sin relevo generacional. «Ese conocimiento y ese diseño se perderían», dice la empresaria. «La sociedad tiene ahora conciencia de lo que es la artesanía, el valor que tiene y que hay que mantenerla. La pandemia ha ayudado a que disminuya esa sociedad de consumo industrializada y despersonalizada en la que vivíamos», afirma. En su tienda hay desde alpargatas a sombreros, velas y cestas de madera o vino soplado de Mallorca.
Nuria Mestre fue la última en unirse a este club. Licenciada en Bellas Artes , en la cerámica encontraba la desconexión. «Era mi terapia», resume. Desde septiembre, vende sus propias piezas y desde enero imparte un taller a 52 alumnos entre los que hay actrices y diseñadores de moda. «Necesitábamos para el trajín del ir y venir, del consumismo. La pandemia ha ayudado a darle importancia al proceso creativo, al ‘hecho a mano’ », coincide Mestre con sus ‘colegas’. «Todo lo artesano hasta ahora tenía una percepción de no estar bien elaborado, de ser clásico o basto. Eso ya no es así», opina la emprendedora. Los cinco forman parte de esa ‘Marca España’ que a veces no se ha tenido en cuenta, pero que ahora experimenta un nuevo ‘boom’ y se precia en todos los hogares.