Arte «basura» con 382 cajetillas de tabaco y 672 botellas de cerveza

El trabajo de una madrileña con los desperdicios que cosecha en las afueras descubre un problema colosal

Ingrid Campo, en una de sus composiciones artísticas, con latas de cerveza INGRID CAMPO

Cris de Quiroga

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El sufrimiento de una tortuga con un palo de piruleta engarzado en sus fosas nasales dio la vuelta al mundo. Pudo cambiar un sinfín de sensibilidades en remotos lugares pero, en la mente de una madrileña, fue el germen de un activismo de barrio .

El pasado verano, mientras deambulaba por las playas de Denia, Ingrid Campo Ruíz (Madrid, 1979) tropezó con un palito similar al que atravesó la nariz del reptil. Y emprendió, junto a un par de familiares, su primera cosecha de basura . «Ese día recogimos muchas cosas que traía el mar», recuerda, en conversación telefónica con ABC, esta arquitecta. Pero la satisfacción del buen gesto duró poco. «Volvimos al día siguiente y había aún más plásticos», cuenta Ingrid.

Al regresar a Madrid, reparó en los desperdicios que abundan en cualquier zona verde, sobre todo, en las afueras, más «salvajes» y donde ella reside. En apenas un mes, recogió centenares de latas y botellas de cerveza, bolsas de plástico, restos de poliespan, tuberías rotas y pedazos de coches, en parques de Torrelodones , Las Rozas y Majadahonda , pero también en las calles del barrio de Salamanca y en los alrededores de Ifema, en el Campo de las Naciones, donde acudió antes de la celebración de la Cumbre del Clima.

Una espiral de botellas de plástico, recogidas por Ingrid en sus paseos I. C.

Cada vez que va al campo —a veces, acompañada—, llena cuatro bolsas de supermercado en una hora. Después del paseo, separa los materiales en los contenedores correspondientes y, en ocasiones, compone algo único, testimonio de la cruda realidad. «Creo instalaciones artísticas para transmitir de forma más clara el problema de las basuras», explica Ingrid.

Obras con mensaje

Con las decenas de botellas de plástico que recolectó, entre el 1 de noviembre y el 30 de diciembre del año pasado, dibujó una espiga de cereal, bautizada como «Cosecha 2019». En una de sus obras «abstractas» amontonó 382 cajetillas de tabaco; en otra, 672 botellas y latas de cerveza. «Entendí que, si solo he recogido esas, cómo será todo lo demás », expresa.

No es Bordalo II, el artista portugués que transforma viejas paredes en impresionantes murales con desperdicios, pero sus piezas descubren un problema global y que conlleva «una pérdida brutal de recursos para toda la sociedad». Al margen del daño que la basura puede causar a los animales, «tirar sin pensar» implica malgastar materiales valiosos que pueden reciclarse, «como el plástico PET en los termoplásticos, una joya», según Ingrid. Por no mencionar la cantidad de sustancias tóxicas que segregan los residuos y que, en el caso de la capital, ya han levantado en armas al vecindario de Vallecas, que protesta por la proximidad del vertedero de Valdemingómez .

Ingrid cubierta de «barro rojo», un residuo tóxico de la extracción de bauxita I. C.

Su cuenta de Instagram y una página web, bajo el lema #WhyLessWaste («¿Por qué menos basura?»), le bastan a la arquitecta para difundir datos escalofriantes sobre la cantidad de gases de efecto invernadero que genera la producción de aluminio o el riesgo de extraer bauxita —principal fuente de aluminio— en las canteras de Guinea. «Muchos trabajadores terminan con la saliva teñida de rojo por la contaminación», asegura Ingrid.

No es la única: está en contacto con otros que, como ella, aspiran a cambiar las cosas en Holanda, Noruega, Australia, Canadá y Japón, entre muchas otras naciones. De hecho, organizó #OktoberTrashFest , un reto para recoger basuras relacionadas con la cerveza que traspasó fronteras y en el que participaron 28 personas de doce países. En total, recolectaron 2.460 unidades de residuos.

Con todo, Ingrid no pretende ser catastrofista. «Es una oportunidad de cambio , de encontrar un modelo adecuado para todos», insiste. Al margen de alentar a su entorno (no tan) cercano a reducir la producción de basura, ella aspira «a desarrollar proyectos de arquitectura que incluyan materiales reciclados, control de residuos y respeto al medio ambiente». Otros madrileños podrían empezar por abrir los ojos.

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