Cartas al alcalde
Meninas
Julia y la Menina van a convivir en una plaza, y la comparación no resiste, porque la primera es una pieza de museo y la segunda una artesanía de postal de vacaciones
Va a colocar usted, alcalde, una Menina de gigantismo, ahí en la plaza de Colón, al costado de la gran escultura de Jaume Plensa, esa cabeza de inquietante lejanía que se titula «Julia». La Menina viene al sitio por Navidad, bañada de las luces preceptivas del momento. Esta Menina de atrezzo navideño mide diez metros, y «Julia» mide doce, pero hasta ahí puede juzgarse el parecido, porque lo de Plensa es un monumento de artista, y la Menina inminente es un esqueleto para electricistas.
Quiero decir que Julia y la Menina van a convivir en una plaza, y la comparación no resiste, porque la primera es una pieza de museo y la segunda una artesanía de postal de vacaciones. De modo que a lo mejor la Menina hubiera estado mejor de inquilina en otra esquina, sin el reojo intimidante de Julia, que por cierto es un reojo de párpados cerrados. Pero eso quizá da lo mismo, porque Julia no le va a hacer sombra a la Menina, ni tampoco al revés. Estamos ante dos artefactos distintos, y hasta contrarios.
Lo que sí me parece un poco abusivo, por fácil, alcalde, es que ahora vemos Meninas por todas partes, cuando las Meninas son lujo y son privilegio del Museo del Prado. Quiero decir que igual ya teníamos bastantes Meninas con las Meninas propiamente dichas, o sea, las de Velázquez, pero por ahí están esas Meninas del «Madrid Gallery», o sea, una Meninas de molde de calle, y luego la Menina que va a poner el Ayuntamiento, gigante como un abeto prehistórico. Las Meninas que ahora vemos por la calle pretenden ser museo callejero, pero un museo es lo contrario a una calle, y una Menina es a menudo lo contrario a estas Meninas de decoración donde a veces han metido color e idea gentes como Antonia Dell´Atte o Marta Sánchez. A esta columna de esquina, con algo de buzón de peatones, han llegado comentarios diversos de vecinos a los que no les gustan nada las Meninas de acera. No entraremos a discutir el juicio estético de cada cual, pero demasiada Menina si me parece a mí que hay ya, alcalde. Aunque puestos a decidir, me gusta más la Menina extra que usted ha preparado que el coro de Meninas del callejeo. Para figuración de selfie, valen. Para museo, de calle o no, ya lo dudo.