Cartas al alcalde
Franceses
A uno le gusta mucho que vengan franceses, y en esto estoy con Ayuso, sólo que la libertad para este turismo de rebajas va reñida con la poca libertad en general que tenemos todos
Los jóvenes franceses se vienen apuntando al viaje rápido a Madrid, porque Madrid es un guateque. La cosa les sale por ochenta euros, incluyendo avión y cama, y luego lo que se dejen en el copeo normal de callejeo, y el otro, el copeo proscrito de grupo, porque resulta que los franceses se montan enseguida una discoteca en un piso alquilado, donde seguir la juerga. Ya tenemos aquí una versión de Erasmus, pero con litrona, y en duración exprés de fin de semana. No practican el idioma, sino el brindis. No estudian literatura sino resaca.
Los franceses están encantados con Madrid , alcalde, porque aquí sí que hay marcha, y la mascarilla la llevan más bien como indumentaria de la época, en plan trapillo flojo y medio caído. A uno le gusta mucho que vengan franceses, y en esto estoy con Ayuso, sólo que la libertad para este turismo de rebajas va reñida con la poca libertad en general que tenemos todos, con lo que el extranjero es un tío que trasnocha en la vivienda vecina, y nos da a todos la noche.
Y a esto iba yo, alcalde. Los pisos de alquiler, los de titulación turística, se están convirtiendo en los bares de la hora en que no hay bares, porque el alquiler por días es algo así como alquilarte la casa de los padres cuando los padres no están. Los franceses ven, aquí, juerga segura, y sin incordio de horarios, que es lo que les vienen imponiendo en su país de alta civilización. Yo insisto en que la cosa la veo mal por el vecindario madrileño, que de pronto tiene en el rellano una vivienda vecina donde unos jóvenes contentos ocupan la noche como quien entra en Ibiza.
Madrid, en la zona centro, se ha ido convirtiendo en un parque temático con un solo tema, el desmelene a la hora en que muchos descansan. La ciudad, así, viene perdiendo vecindario, que es quien hace prosperidad, pero va ganando una cuota de viviendas donde el alquiler es un ajetreo y el domicilio una acampada. Madrid se está vaciando por su órbita mejor, el centro, y esto ya pasaba antes del coronavirus, pero ahora la cosa crece aún más cruda, porque aquí no hay playa, pero sí deshora, y desmelene, y picnic.
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