Cartas al alcalde
Clausura
Preocupa que vayan cerrando las tiendas de souvenirs, porque son tiendas de pequeños comerciantes que viven del recuerdo, que es una cosa que ya también está extinguiendo el virus
La Gran Vía es la calle suprema donde al fin podemos culpar a la ciudad de todo, alcalde. Para triunfar en Madrid hay que triunfar en la Gran Vía, que es el sitio de los artistas, y el sitio de las compras. La Gran Vía es la Gran Vía, aunque ya no tanto. Los cines, y los estrenos, han ido dando su lugar a las tiendas planetarias de ropaje, y las tiendas planetarias de ropaje van ahora y echan el cierre , por el ímpetu de la pandemia. Zara acaba de bajar la persiana. A mí aún me preocupa más, incluso, que vayan cerrando las tiendas de souvenirs, porque son tiendas de pequeños comerciantes que viven del recuerdo, que es una cosa que ya también está extinguiendo el virus.
Era obvio que el virus venía como un verdugo de la memoria. Como no podemos viajar, pues para qué una postal, un imán, una camiseta. No es que al turismo ya no le importe comprarse un abanico de Madrid, ahí en Callao, sino que el turismo ya no existe. Ya han cerrado varias tiendas de souvenirs, y quedan en la Gran Vía y su órbita unas pocas, entre la valentía y la reliquia, pero no venden ni una bufanda, porque se apagó la clientela. No sé yo, alcalde, qué auxilios pudieran darse a estas gentes de empeño que han cerrado o van a cerrar, pero es una tristeza de hondura la que uno se lleva si pasea la Gran Vía, y ve una clausura.
Hoy, la gran calle no nos deja ver la mismísima Gran Vía, porque los musicales están cerrados, y las zapaterías de fantasía, y los escaparates de chalecos, y las grandes tiendas del armario urbano, como Zara, o H&M, que en un antaño de anteayer eran cines míticos. Yo aún pillé una última época de cabarés en la Gran Vía, desde el Pasapoga al Chelsea, pero estos antros de perdiciones cerraron para siempre, y el local histórico lo ganaron los de la ropa a granel y las tiendas de carcasas de móvil, que por cierto ahí están entre pensar en el cierre, o no pensar, según el día. La Gran Vía venía midiendo a diario la gloria o la pena de la ciudad, y en la Gran Vía encontrabas de todo, desde un imán del Oso y el Madroño a una coctelería para adúlteros. De todo podías echarle la culpa a la Gran Vía. Que ahora es un medio gas de clausuras, un ralentí de nostalgias, un funeral de escaparates.