Cartas al alcalde

Cine

El regreso del Renoir nos sirve ahora para reivindicar una sala así, de programación subtitulada, y cine no necesariamente comercial, una sala a la que hay que echar un cable, alcalde, porque no quedan sitios como ese

La entrada a los cines Renoir Plaza España, junto a las estrellas dedicadas a cineastas EFE

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Ha reabierto el cine Renoir , ahí a orillas de la Plaza de España, y la noticia es un poco como reinaugurar el cine, porque la pandemia lo ha parado todo, y porque el cine , en sala, es algo que viene viviendo un ralentí preocupante, casi de asfixia, desde hace tiempo. Ha reabierto el Renoir bajo las condiciones de «nueva incomodidad» que ahora ese estilan: un tercio de aforo, distancia entre butacas, y gel purificador, a la entrada y a la salida. De modo que ahora la visita al cine tiene algo de raro picnic. El Renoir no ha perdido el tirón de cine de cinéfilos, y se llenó, hasta donde puede llenarse. No sé yo si esto es suficiente para sostener la respiración económica, pero algo es algo.

El regreso del Renoir nos sirve ahora para reivindicar una sala así, de programación subtitulada, y cine no necesariamente comercial, una sala a la que hay que echar un cable, alcalde, porque no quedan sitios como ese, y porque sí. El Renoir vive, además, en la calle Martín de los Heros, que es la calle primera del cine, en Madrid, incluyendo la sala «Golem», otro mítico de la programación subtitulada, la librería «Ocho y medio», una reliquia de librería de títulos de género, y también el Paseo de la Fama, una paseo breve de veintiséis estrellas nacionales, que empieza en Concha Velasco y desemboca en Fernán Gómez.

Este paseo es poco conocido en la ciudad, y no es una gran alarde de nombres, sino todo lo contrario, pero contribuye a rematar los cien metros de calle, baldosa arriba, baldosa abajo, como un homenaje peatonal a los que hacen películas. Y a los que las ven. Y los que la ven van siendo unos viciosos de un extraño y escaso empleo, el de ir a ver películas a una sala de toda la vida, como cuando la Gran Vía era una calle de cines, pletórica de cartelería pintada, y no un show de tiendas de móviles chinos y calzoncillos de futbolista. Hay que cuidar este cine reabierto, alcalde, y con él su calle, que es un glorioso recodo de una vieja pasión casi olvidada, el cine. Que no nos abran ahí dentro de poco otro loft para el ajuar de los instagramers.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación