Una anomalía

Se va entornando la nada del coronavirus, que es lo que uno veía, invariablemente, al asomarse al balcón del cautiverio, y en el entornarse de esa nada creo que procede escribir que está usted poniéndole buen timón a la hora difícil, alcalde, y unas ganas de que la ciudad levante al fin sobre sus anclas de catástrofe . De manera que viene resultando usted un tío que funciona. Esta esquina de esta página tiene una vocación de ruegos y preguntas del peatonaje, un afán de queja o denuncia del vecindario, un carácter de buzón donde el residente va y nos pone que un parque no prospera, que se ahogó una fuente, o que los del botellón insisten incluso en los portales. Eso, y lo que uno pesca, bajo la condición de paseante curioso y tirando a cabreado. Y así le vamos trasladando a usted, desde aquí, la vida y milagros de la ciudad, a ver qué se puede hacer, o qué no se puede hacer. Ya nos empleamos con Manuela Carmena , y lo venimos haciendo con usted, que sé que pone oído nada hueco a estas reclamaciones, o sugerencias. De modo que no somos un amigo del Ayuntamiento, o sí. Según se mire. Hoy creo que no toca advertirle sobre un teatro que se cae, o sobre unos semáforos que se equivocan, o sobre los pilotos de riesgo del patinete, porque la ciudad es un ralentí. Y, a resultas, lo que ocurre es una debacle que afloja, y un alcalde que se lo pelea.

Y a esto quería yo llegar. No es fácil que un político se cobre un reconocimiento, y aún menos que se gane un aplauso. Pero yo creo que usted lo viene mereciendo, el reconocimiento, y hasta el aplauso, porque está en la brega necesaria, se remanga no de pose, habla lo preciso, y se hace las fotos justas. En estos tiempos de selfie promocional y traje para el momento del foco, es usted una anomalía, alcalde, porque está lo público como el primer peatón de Madrid , pero como el primer peatón que tiene mando en zona. Y lo ejerce con énfasis de cabal. Mire usted que se lo digo sin carnet de ningún color político, porque yo aún no he pasado de apache que respeta el paso de cebra, el real y el metafórico. Pero se lo digo. Estoy haciendo lo mío, desde siempre: contar lo que veo.

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