El cementerio de La Almudena, «desierto» en el Día de Todos los Santos: «No es normal»

Los cementerios de Madrid amplían horarios y delimitan sus accesos en una jornada festiva atípica

Cementerio de la Almudema durante el día de Todos los Santos / Foto: Isabel Permuy Vídeo: Pilar L. Arreaza

Pilar L. Arreaza

A pesar del año tan atípico que nos ha tocado vivir, las tradiciones y costumbres de nuestra cultura siguen estando muy presentes. Hoy se celebra el Día de Todos los Santos , donde cada año, buena parte de los madrileños asiste a los cementerios para recordar a sus seres queridos . Una festividad, que, sin duda, se ve envuelta ahora en una nebulosa de incertidumbre sin parangón en los últimos tiempos. Una fecha muy señalada que el día de hoy, se encuentra sumida en un silencio casi sepulcral y hace que la visita a los fallecidos cobre más importancia que nunca.

Son las 12.30 horas en el cementerio de La Almudena, impera el sol y junto a los dulces de toda la vida como los huesos de santo y los buñuelos, aparecen ahora dispensadores de gel hidroalcohólico, carteles que nos recuerdan el uso de las mascarillas y un gran dispositivo policial para controlar por tierra y aire -mediante drones- que nadie se salte las normas sanitarias. «Hay cuatro gatos» , comenta María, que va a llevarle a su hermano un ramo de rosas blancas. De hecho, entre las tumbas destacan los uniformes de los agentes de policía que andan dispersos por todo el cementerio. «Esto antes era una fiesta. Venía muchísima gente. Unos andando, otros en coche. Nada que ver con lo que hay aquí hoy», comenta, apesadumbrada. «Suelo venir a menudo, con mis hermanas. Toda la avenida de Daroca era una fiesta. Vendían muchas flores, morcillas, gallinejas... Y veías a la gente bajar caminando desde Manuel Becerra. No es como antes ».

El famoso camposanto, que en sus 136 años de historia vio cómo la epidemia de cólera azotó a nuestro país, es testigo ahora del Covid-19 y se reviste bajo un protocolo de seguridad nunca antes impuesto en un cementerio. Aforo reducido, grupos pequeños, ampliación del horario para evitar aglomeraciones y refuerzo de la vigilancia policial en las horas de más afluencia (11.oo-15.00h).

Medidas, que para algunos visitantes, como Nieves y Pepi, crean desoncierto: «Nos tienen a todos confundidos» . Ellas acuden todos los años al cementerio. Desde siempre. La visita al camposanto es «una tradición familiar» que les inculcaron sus padres, pero no solo el día 1: «Venimos varias veces al año», afirma Nieves, mientras reconoce que en esta ocasión, con tantas medidas, andan un poco perdidas. «Ayer tuve que llamar para ver si podía venir o no porque en la televisión decían una cosa y en internet ponía otra. No sabía si había que pedir cita para venir. Llamaba y tampoco me cogían el teléfono... Un descoloque total », se lamenta, mientras sigue colocando las flores sobre el mármol en el que descansa su tía.

Carlos porta un periódico bajo su brazo derecho y agarra un ramo de claveles blancos y rojos con la mano izquierda. Dice que va a llevárselos a sus padres que fallecieron hace unos años. «Es lo único que podemos hacer ya», sostiene, mientras comenta la poca afluencia de gente respecto a años anteriores. « Me esperaba aglomeraciones . Suelo visitar la tumba de mis padres dos veces al año pero con la pandemia no he podido venir antes. Me sorprende que no haya nadie». A su asombro se unen también Bienvenido y Carmen, que limpian la tumba de sus familiares. «Esto para ser el día que es, es un desierto. No es normal», expone Bienvenido, que acude a este camposanto todos los días 1 de noviembre desde que tenía 13 años. «Nunca he visto nada igual» , asegura, a lo que su mujer, Carmen, añade: «Hoy es un día de fiesta. Aquí se comía y se bebía, pero la gente tiene miedo, parece. Hoy era una gran acontecimiento. Nada que ver».

También se observan menos flores sobre las tumbas. «Este ramo me ha costado 90 euros. Antes traía muchas más pero, con la que está cayendo, no puedo gastar tanto dinero en coronas y centros », señala Esperanza. Sus palabras suscriben la opinión de Juan, vendedor ambulante de flores. Lleva 40 años en el negocio, regentando el mismo puesto y califica la jornada de hoy como «una ruina».

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