Almeida se «alegra» del veto a la charla de Irene Montero a escolares el 8-M por ser «profundamente nociva»

El alcalde de Madrid y portavoz nacional del PP considera que se evitó un «ejercicio de adoctrinamiento» en las aulas

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, en un acto reciente JAIME GARCÍA

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Para el alcalde de Madrid y portavoz nacional del PP, José Luis Martínez-Almeida , que la Comunidad prohibiese ayer una charla de la ministra de Igualdad, Irene Montero , en un instituto público madrileño ha sido positivo, ya que se evitó «un ejercicio de adoctrinamiento en las aulas». « Me alegro de que no haya dado esa charla, los chavales no se merecen que se haga un ejercicio de adoctrinamiento en las aulas . No somos contrarios de que se hagan visitas institucionales a los colegios, pero otra cosa es que se pretendan dar charlas personas que han hecho del sectarismo y de la revancha y de la política del odio un 'leit motiv' de su actuación política», ha valorado el primer edil.

La Consejería de Educación alegó que no se cumplieron con los trámites administrativos preceptivos, como documentar de manera correcta la duración del acto y el número de personas que acudirían, lo que podría haber supuesto vulneración de los protocolos de seguridad. La cancelación de la visita de la ministra de Igualdad al Instituto de Secundaria Gómez Moreno, en San Blas, con motivo del día de la mujer, se trasladó el pasado 2 de marzo a la directora del instituto.

A juicio del regidor madrileño, Montero «ha vuelto a dar un ejemplo de cuál es el entendimiento que tiene del feminismo, que consiste en dar carnés de buenas y de malas». «Si me das la razón, sí eres feminista y si no compartes los planteamientos, aunque luches por la igualdad, no formas parte del movimiento», considera.

Por su parte, la vicealcaldesa, Begoña Villacís (Cs), ha achacado la suspensión del acto a un problema formal, no por cuestión de vetos. «Un político no se puede saltar los trámites que rigen para el resto del mundo», considera. Además, defiende que los políticos tienen que aprender que no son «el ombligo del mundo» y que su «presencia no es imprescindible en todas partes».

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