El acusado de agredir a una pareja gay les insulta al salir del juzgado
La juez suspende el juicio tras los recursos presentados por la acusación particular para valorar si fue delito de odio
J. D. y su pareja, Y. A., caminaban el 27 de julio por las inmediaciones de la estación de Cercanías de Fuenlabrada cuando fueron víctimas de una agresión homófoba . Ayer debía empezar el juicio, pero la pareja consiguió paralizarlo. El agresor, un centroamericano de 24 años, tan solo iba a ser juzgado por delitos de lesiones leves y maltrato de obra. Ni la juez ni el fiscal veían delito de odio en lo ocurrido. La pareja quería suspender la vista y que se le diese traslado a lo penal. Y así ha sido: la juez ha aceptado el recurso presentado por la acusación particular y estudiará reformular la acusación como delito de odio y no de lesiones leves.
Aunque todavía no hay fecha para la próxima vista, la pareja considera esto un paso más en su reivindicación . Ambos pensaban que si no se juzgaba al agresor por este delito »no se le estaría castigando como debería ser».
Para colmo, ayer, al salir de los juzgados, la pareja, que iba acompañada de dos personas de la asociación Arcópoli, fue sorprendida por el presunto autor: «Cuando nos acercábamos a la Renfe, nos ha llamado hijos de puta , sinvergüenzas, abusadores de niños... Nos hemos refugiado en una cafetería hasta que ha llegado la Policía. Ya está denunciado».
Los hechos se remontan a finales del mes de julio. J. D, de 37 años, y su novio Y. A., de 23, caminaban de la mano cerca del apeadero de la estación. El agresor, un hombre centroamericano de 24 años, se cruzó en su camino y les gritó: «¡ Maricones de mierda , hijos de puta, escorias!». Por plantarles cara, J. D. recibió un puñetazo en el lado derecho de la cara, junto a la oreja. Para que la policía pudiera identificarlo, no dudó en grabarlo. Entonces se metieron en la estación en busca de ayuda, mientras a su espalda seguían escuchando gritos homófobos : «¡Por mi madre que os mato!». El acusado amenazó a las víctimas y llamó a sus amigos para que les dieran «una paliza a dos maricones».
Y. A. tuvo que acudir al hospital, ya que empezó a vomitar y a perder vista y oído. Además, tuvo que ponerse en manos de un psicólogo porque no quería salir a la calle sin su pareja por miedo.
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