OPINIÓN
Infiltrados. De alcohol y podredumbre moral
«No, no es la revolución de las sonrisas. Esta gente no sabe sonreír. Basta verlos en las concentraciones de tufo fascista»
Tengo el don de la oportunidad crítica. Escribo desde Barcelona , en una de mis estancias de esta aventura nómada Gaditano-Tabarnesa que comencé en las vísperas del 1-O de aquel 2017; me han cuadrado aquí todos y cada uno de los eventos de ensalzamiento de unos y otros; he vivido entre catalanes las últimas citas electorales; y, ¡cómo no!, me ha tenido que coincidir aquí, en este amable entorno, ésta semana de pasión.
He sido espectador privilegiado de los acontecimientos : mi entorno laboral está próximo a los focos de atención cuya retransmisión televisiva tanto ha preocupado a mi familia. He visto cómo empezaban a formarse los 'piquetes' organizadores de las algaradas y he tratado de mantener un estado de abstracción e indiferencia que, como bien he aprendido, son herramientas muy valiosas para diluirse entre la 'gente de bien' de aquí, esos buenos ciudadanos catalanes que llevan más de 30 años poniéndose de perfil y surfeando pero que ahora se lamentan del tsunami que les ha golpeado de frente .
Pero me temo que nunca podré sobrevivir como ellos. No puedo mantener la compostura ni la 'corrección' cuando el presidente de ésta Comunidad Autónoma -un pobre hombre que arrastra deficiencias evidentes y trata de superarlas llamando 'bestias de carga' a los españoles- aparece en comparecencia pública oficial y expone que existen 'infiltrados' entre los sonrientes revolucionarios , cuando la única infiltración que existe es la de la cerveza barata -consumida en las concentraciones previas- en los agujereados cerebros de los eructantes muchachos que queman contenedores ante la pasmosa pasividad de 'su' policía.
Una suerte de supremacismo étnico-lingüistico
Ni tampoco puedo mantener la calma ante la chavalería bachiller e incluso 'universitaria' -a pesar de su incapacidad para articular una frase con más de cinco palabras en su idioma materno, cualesquiera que este fuese- que se deja manipular por una auténtica MAFIA que ha dedicado los últimos 30 años de su existencia al latrocinio, la ocultación y la estafa y ha envuelto sus oscuras maniobras en una bandera que han ido mutando de las barras a la estrella según interese, mientras sus huestes cierran su entendimiento y se fanatizan en una suerte de supremacismo étnico-lingüistico que produce sonrojo y vergüenza en nuestra Europa sin fronteras y, digámoslo claramente, cierto ridículo por su insignificancia global.
No, no es la revolución de las sonrisas. Esta gente no sabe sonreír. Basta verlos en las concentraciones de tufo fascista en las plazas de sus pueblos sembrando cruces, lazos o antorchas. Éstos han ido arrastrando durante años sus complejos y sus mermas, mascullando sus odios (son incapaces de expresarlos clara y directamente) hasta somatizarlos en un rictus de asco que les incapacita para disfrutar de lo que tienen.
Y tienen mucho. Porque 'apretar' es, para estos campeones de la diferencia genética, su verbo sustancial. Llevan decenios apretando, exprimiendo, saqueando y amenazando; absorbiendo recursos, monopolios, tejido industrial e infraestructuras. Tienen un país envidiable, pagado por todos nosotros a cambio de que el niño patoso calme la matraca del independentismo . Lo que no tienen es vergüenza. Y muchos de nosotros tampoco, ya, paciencia .