El luto manchado de las víctimas
El independentismo convirtió hace cinco años la manifestación de condena de los atentados en un obsceno acto de manipulación política
«Fue un día de profunda vergüenza. Como independentista me sentí abochornado». Histórico militante de CDC, Òscar recuerda cinco años después la manifestación del 26 de agosto de repulsa de los atentados de La Rambla y Cambrils, sucedidos apenas nueve días antes. Lo que ... debía ser una gran muestra de duelo se convirtió en un acto de exaltación independentista, donde la petición de no exhibir banderas fue respondida con el reparto de 'estelades', y donde la demanda de neutralidad institucional fue replicada con abucheos y pancartas contra la presencia en la marcha del Rey. «Exhibimos nuestra peor cara. Fue lamentable», reconoce Òscar en una reflexión poco habitual entre el secesionismo, que esos primeros días de conmoción tras los atentados del 17 de agosto de 2017 entendió de inicio que debía imponerse la contención para acabar desatado apenas transcurrida una semana, como se vio en la manifestación del 26, donde ni el duelo se respetó en aras de la manipulación política.
Esos días, con toda la maquinaría puesta en la consecución del referéndum del 1 de octubre, el independentismo, el civil y el institucional, temió perder la iniciativa. Los atentados de agosto no estaban obviamente en su 'hoja de ruta'. Lo sucedido el día 26 explica ese temor, en lo que acabó convirtiéndose en una encerrona nada espontánea para boicotear la imagen de unidad institucional que transmitía por ejemplo la presencia casi constante de Don Felipe en Barcelona en los días siguientes al 17-A.
No fue algo espontáneo. El independentismo no soportaba que el Rey o el presidente del Gobierno compartiesen duelo junto a la ciudadanía, en una imagen, claro, opuesta a lo que se pretendía construir, o destruir, en ese otoño negro de 2017.
Todo el foco se puso contra el Rey, que en los días anteriores se volcó con Barcelona. El viernes 18, apenas un día después del atropello, el Rey compartía con los barceloneses un estremecedor minuto de silencio en plaza Cataluña donde el grito de 'No tinc por' (no tengo miedo) condensaba la emotividad, por encima de banderas y discrepancias políticas, de esas horas trágicas. El día siguiente, los Reyes visitaban a los heridos en los hospitales, el memorial de La Rambla y firmaban unas emotivas palabras en el libro de condolencias del ayuntamiento, mientras que al día siguiente asistía a la misa solemne en la Sagrada Familia.
Los primeros en expresar su rechazo a que Don Felipe encabezase la manifestación del día 26 fueron los miembros de la CUP, a lo que siguió un manifiesto alternativo impulsado por un centenar largo de ONG cuestionando la presencia no solo del Rey y del resto de autoridades. «Esa gente que promueve las guerras, la no acogida de refugiados, la falta de derechos humanos y el cierre de las fronteras», afirmaba días antes la portavoz de las ONG catalanas, creando un caldo de cultivo que luego sería aprovechado por las entidades independentistas. Con lemas del tipo 'Vuestras políticas, nuestros muertos', las ONG plantearon sumarse a la manifestación desde una óptica 'social', en un magma en el que se mezclaba la crítica al comercio internacional de armas con la la política de acogida de refugiados, entre otros.
Infiltración
Estratégicamente, el llamado 'bloque social' se situó justo detrás de las autoridades, con lo que el tiro de cámara hizo que su presencia pareciese mucho más masiva de lo que realmente fue en una marcha en la que la Guardia Urbana contó a medio millón de personas. El hecho de que se encargase a la ANC el servicio de orden permitió que el secesionismo se infiltrara, y secuestrara, la manifestación. Unos y otros convirtieron el duelo en política. Un día para la vergüenza.
La reacción independentista tras el 17-A «seguramente representa el momento de mayor miseria moral de este movimiento»
«El nacionalismo es perverso, y ese día volvió a demostrar que para ellos el fin justifica los medios», explica a ABC Elda Mata, presidenta de SCC, rememorando el sentimiento de profunda decepción que sintió ese día en Barcelona. «Les daban igual las víctimas o los familiares. Querían manipular políticamente la manifestación, y eso hicieron», añade Mata. Para el diputado Nacho Martín Blanco (Cs), «el separatismo se preparaba para su otoño caliente. Fue abyecto aprovechar un momento de dolor colectivo para colar sus mensajes». Igual se explica Alejandro Fernández, presidente del PPC, para quien la reacción independentista tras el 17-A «seguramente representa el momento de mayor miseria moral de este movimiento».
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