Sánchez: Segundos Fuera
Yolanda y Abascal debaten delante de Sánchez
Uno ya no sabía si eran dos políticos debatiendo o la pareja de presentadores de Telediario Fin de Semana
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Por dejar las cosas claras desde el principio, el debate lo ganó Yolanda Díaz. Y no solo porque anoche fue la más solvente, la más convincente y la más segura de los tres, sino, sobre todo, porque fue la única que ganó votos. Y eso ... es a lo que uno va a un debate. No se va a ganar dialécticamente, a dar clases de retórica ni a lograr que suelte una lagrimilla de emoción el coach de lenguaje no verbal. A un debate se va a ganar votos y parece claro que ni Abascal ni Sánchez lograron convencer a ni una sola persona que no lo estuviera ya. Sin embargo, Díaz, sí. Se impuso claramente a Sánchez -ella parecía la presidenta-, reivindicó como propios los puntos fuertes del gobierno y matizó al propio presidente en varios momentos para dejar claro que juntos, pero no revueltos, que sí…pero que no, que ella va más allá, va más en serio, que es más demagógica, más populista y más agresiva. Y logró superar en todo momento a un Sánchez cansado, encorsetado y sin ganas, que, por momentos, parecía preguntarse qué hacía ahí, con lo bien que se está en casa. Así que colegueo y reparto de papeles. Y mientras uno preguntaba: «¿Verdad. Yolanda?», la otra respondía: «Así es, Pedro», que uno ya no sabía si eran dos políticos debatiendo o la pareja de presentadores de Telediario Fin de Semana.
Y, sobre todo, se preguntaría el presidente qué pintaba allí él en una foto de perdedores, en una noche de aspirantes, en el debate de segunda división, confrontando con dos candidatos extremistas y con dos partidos radicales mientras el posible presidente del gobierno estaba en su casa tomándose un yogur desnatado, una pera y dándose un masaje en las lumbares mientras escuchaba el podcast de 'La pija y la Quinqui'. El medio es el mensaje y estar en el medio entre Vox y Podemos no te hace parecer el único centrado de los tres, sino un populista más. Pero, encima, sin ganas.
Es cierto que Abascal estuvo bien en lo relacionado con la política energética, en las críticas a la ley del 'solo sí es sí' y en su oposición frontal a la 'ley trans' pero, lamentablemente, en el resto de temas se pierde en magufadas, en visiones friquis y en posturas marcianas. Comete errores imperdonables a estas alturas como asegurar que Bildu votó a favor de la reforma laboral cuando no es así. Y mira que hay motivos para meterse con Bildu que va a escoger precisamente el que no es. Y ese es el gran problema de Vox, esa atracción irresistible por lo ilusorio y no por lo real, esa apuesta por todo lo que suene a conspiraciones, a oscuras élites, a malvados globalistas, a chemtrails que nos fumigan y a grafeno; ese odio absurdo a los objetivos de la Agenda 2030, al multilateralismo, a los burócratas de Bruselas, esas alusiones a activistas que corrompen niños y esa manía de elevar las anécdotas a categoría. Parecen querer libremente ser un partido de nicho y minoritario que, cuando tiene oportunidades de llegar a todo el centro-derecha en prime time para explicarse, decide no aprovecharlas y encastillarse en el lumpen.
Y ese fue el gran error. En lugar de ignorar a Abascal y lanzarse a por un ausente Feijóo, Sánchez y Díaz, se centraron en confrontar con Abascal para dejar claro a todo el mundo que -según sus criterios- no es votable, no es un partido asimilable y que la única vía para el centro-derecha es Feijóo, que se impuso sin aparecer, como el caballo del Cid. Si Díaz ganó votos lo hizo a costa del PSOE, que se limitó a observar cómo Yolanda y Abascal debatían entre ellos. Y si el PSOE perdió votos hacia su izquierda, es malo para Sánchez, lo cual es bueno para Feijóo. En definitiva, un debate soso, absurdo y un regalo de Sánchez a Díaz. Y al PP.
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