Los dos últimos premios Nacionales de Narrativa escriben «de lo conocido desde la imaginación»
Xesús Fraga y Marilar Aleixandre protagonizaron un coloquio sobre los motivos que los llevaron a coger bolígrafo y papel

La literatura gallega hizo 'back to back' en los Premios Nacionales: en 2021 era Xesús Fraga quien se llevaba el Nacional de Narrativa por 'Virtudes (e misterios)' (Galaxia, 2020) y este año, hace mes y medio, Marilar Aleixandre se llevaba a casa el mismo galardón por su novela 'As malas mulleres', de idéntica editorial. En cierta medida, ambos trabajos son una mirada en retrospectiva a la historia de una parte de Galicia: la obra de Fraga, más personal y familiar, recoge los días de su abuela como emigrante en el Reino Unido y todo lo que ello conllevó («soy el primer universitario de la familia, y eso es gracias a ella y a mi madre», declaraba a ABC horas después de conocerse el fallo). Por el contrario, 'As malas mulleres' es un viaje a la cárcel femenina de A Galera, en La Coruña, donde trabajó la escritora Concepción Arenal. «Es un tema que la sociedad quería olvidar», reflexionó Aleixandre en su momento a este diario.
Pero es mejor dejar hablar a los autores, nadie conoce la obra mejor que ellos mismos. Y ayer se vieron las caras, de manos de la Universidad Internacional Méndez Pelayo para 'Imaginar aquello que conocemos'. Para Fraga, explicó desde la Fundación Luis Seoane, en La Coruña, «no puede existir imaginación sin conocimiento ni conocimiento sin imaginación». Y este fue uno de los puntos de partida que tomó para comenzar su galardonada novela. «'Virtudes (e misterios)' es mi esfuerzo por imaginar lo conocido, por interpretar esa sabiduría familiar«. En su intervención, rica en referencias literarias y de cultura popular (del propio Seoane a Andrés Calamaro), explicó no solo la historia de su abuela Virtudes, sino la de parte de su familia. »Ascendí por mi árbol genealógico hasta donde me permitieron los censos«. En el punto más lejano, se topó con un familiar lejano que, a finales del siglo XVIII, todavía tenía que pagar los fueros al señor de la tierra para cultivar maíz. »Una parte de Galicia todavía vivía en un sistema de la Edad Media«, reflexionó. »A aquellos antepasados míos se les negaron los sueños y les dejaron las lluvias«, dijo, y añadió que a él, de pequeño, los mayores le decían que lo mejor que podía hacer era buscar un trabajo en el que no mojarse. Lo consiguió, y tiene claro el porqué: su abuela, y también su madre, fueron indispensables para que el autor se convirtiera en el primer universitario de su familia. La de su abuela »es una historia de éxito. El éxito no es el regreso de la emigración, para mí es que una mujer labrega, abandonada por el hombre, que emigra a una ciudad en la que se habla un idioma que desconoce, es capaz de salir de la pobreza y crear el futuro de dos generaciones más. Es el triunfo de las cosas pequeñas«, concluyó. Xesús Fraga, cada vez que se viste por las mañanas, siente la ropa húmeda. Esa humedad »es una herencia que viene de nuestros antepasados«.
Para Aleixandre, última ganadora del Nacional de Narrativa, «una de las formas de imaginar es soñar». Concretamente, «soñar lo imposible para que sea posible», una reflexión que, defiende, está muy presente en 'As malas mulleres'. Concepción Arenal, que trabajaba en la prisión, lo hizo: entre otras muchas cosas, ejemplificó la autora, luchó para quitar los grilletes que unían a los presos a las paredes. Aunque no lo vio, estos elementos fueron finalmente suprimidos en la época de la República. «La reinserción fue un concepto muy posterior« a Arenal, aunque ella ya luchaba por ella.
Las historias (no) amables
Tanto la novela de Fraga como la de Aleixandre no son, precisamente, historias felices. Lo apuntó la escritora al apuntar que «no siempre las historias que imaginamos son amables», sino que «imaginamos lo conocido«, como el miedo que sienten las mujeres al andar solas. Otro de los motivos de que los relatos no sean agradables es por lo que «se queda en los márgenes», que no se quiere que se recuerden. «Como los abortos clandestinos. Pasó en mi generación. Y me pasó dos veces que alumnas del instituto acudían a los profesores para pedirles dinero» para llevarlo a cabo, recuerda Aleixandre de su época de docente. Y recuperando lo expuesto por su compañero, recordó que «hubo gente a la que se le negó el derecho a soñar»