juicio en lugo
«Nadie estaba preocupado cuando llegamos a reanimar a la niña»
ana sandamil, en el banquillo
Segunda sesión por la muerte de una niña de siete años en mayo de 2019 en Muimenta. La madre es expone a una pena de prisión permanente revisable

La segunda jornada por la muerte de la niña Desirée Leal, en mayo de 2019, sirvió para dibujar el contexto familiar de la acusada y de la pequeña, que compartían casa en Muimenta (Lugo) desde la separación de los padres. Todos los testigos que desfilaron por la sala, amigos y familiares, coincidieron en que la relación de la acusada y Desi era «muy buena», incluso llegaron a hablar de «devoción» de una para con la otra. Un clima cordial y de cariño que contrasta con lo que los primeros sanitarios que llegaron al escenario de la muerte aquella mañana se encontraron. Lo verbalizó este martes ante el jurado popular una de las técnicos que le practicó la respiración cardiopulmonar a la menor durante los veinte minutos que marcan los protocolos. «La madre y el abuelo estaban en el salón. Nos pareció raro porque estaba vestidos y arreglados. Fue una situación extraña. Nadie allí estaba preocupado» relató la testigo, que se sorprendió de que nadie entrase en la habitación ni preguntase durante el tiempo que estuvieron con la pequeña en el dormitorio. Allí, la técnico se percató de que Desirée tenía sangre en las uñas, en las manos y en una manga. También vio gotas en los extremos de la almohada, en un tenis y en un calcetín y manchas en el suelo «como si hubiesen intentado limpiarla».
La única que pidió despedirse de la niña una vez los sanitarios acabaron su trabajo fue una amiga de la abuela que también estaba en la casa, y que solicitó permiso para «entrar en la habitación y decirle adiós». Casi de forma paralela a que se determinase la muerte de la pequeña, la acusada ingirió varias pastillas de trazodona en un presunto intento de suicidio que activó una segunda alerta médica desde el domicilio aquella mañana. El médico y la técnico que respondieron a la llamada declararon en sala y relataron que la acusada estaba tumbada en el sofá. «Se levanta, camina perfectamente, la metemos en la ambulancia, recibe órdenes bien, le pregunto datos básicos y contesta a todo perfectamente. Pero me llamó la atención que no entregase lo que le pedía la Guardia Civil, les dijo que les tenían que dar una orden» señaló una de las testigos que la atendió aquella mañana. Sobre su estado mental manifestó que «no aprecié sintomatología psicótica. Sí recuerdo que ella quería fumar y no le dejamos por protocolo».
El otro foco de la jornada estuvo puesto en la relación que los padres de la fallecida mantenían. Según las declaraciones de varios testigos —entre ellos la pareja de Sandamil, su tío y una amiga— la acusada «tenía miedo» del padre de la niña. Estas declaraciones sublevaron al progenitor, presente en la sala de vistas, que elevó la voz para llamar «mentiroso» a uno de los declarantes, ante lo que el juez lo advirtió de que se estaba jugando la expulsión. Según una antigua compañera del instituto con la que Sandamil mantenía una comunicación habitual, «la relación era mala, decía que la amenazaba. Me decía que le reclamaba más visitas con la niña. Me dijo que estaba harta de él y que la espiaba por el móvil». En la misma línea fueron otros de los citados ayer, que ya habían aportado su versión de los hechos en el juicio que el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia acabó invalidando.
«A veces se quejaba del padre de Desirée, de que no le pagaba la pensión y de que le tenía miedo. Tenía miedo a que le hiciese algo» manifestó uno de los tíos con los que Sandamil trabajó durante unos meses en su granja. Este testigo también fue interpelado por las búsquedas de un veneno llamado estricnina que la Guardia Civil localizó en la table de la madre de Desirée. Sin arrojar mucha luz sobre el autor de estos rastreos, unos días antes de la muerte de la pequeña, el hombre apuntó que la búsqueda la podría haber hecho él aunque no estaba seguro. «No recuerdo si lo busqué, podría ser para matar unas cepas» deslizó al tiempo que reconocía que él no tenía las claves del dispositivo y que siempre que lo utilizaba era después de que Sandamil se lo desbloquease.
Otra de las tías de la acusada señaló a preguntas de las partes que los meses previos al crimen de la menor su madre ya no estaba bien. «Me llamaron para ver si podía mediar para que se tomase la medicación porque no se la quería tomar» indicó. También agregó que «yo sabía que había un problema gordísimo» en referencia al estado psicológico de la mujer. Durante toda la sesión, a la que Sandamil ya acudió despojada de su mascarilla, la acusada escuchó con atención y su inmutarse los testimonios de su entorno y de las personas con las que interaccionó el día del crimen. Solo rompió cuando alguien indicó que era una madre ejemplar.