Ordenadores que se enfundan el uniforme escolar
Con la llegada de la Aesia, la Xunta se propone lograr avances en Inteligencia Artificial de aplicación en el plano de la educación, el cual ya alberga modelos que aprovechan una tecnología boyante
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Con la llegada de la sede de la Agencia Estatal de Inteligencia Artificial (Aesia) a La Coruña, también entra en la agenda de la Xunta la Estrategia Gallega de Inteligencia Artificial 2030, una hoja de ruta para encaminar la apuesta autonómica por esta tecnología en lo que resta de década. Uno de los campos prioritarios en su inversión será el de la educación, donde la Inteligencia Artificial (IA) promete convertirse en un soporte revolucionario, tanto para el alumno que aprende como para el profesor que enseña. Ya existen casos que lo demuestran.
«La Inteligencia Artificial no es el futuro, es el presente». Así expone el panorama actual Javier Arroyo, director ejecutivo y cofundador de Smartick, un método de enseñanza matemática y de lectura comprensiva basado en el empleo de IA. El éxito en el aprovechamiento de esta tecnología, explica, pasa por tres factores: la personalización de los contenidos que se presentan al alumno, la capacidad de ofrecer una respuesta «sofisticada» –tan exacta y completa como sea posible para el caso real sobre el que se aplica– y la naturaleza interactiva de los contenidos, que pasan «de algo unidireccional, como puede ser un tutorial o un profesor dando una clase», a un diálogo que el alumno establece con los ejercicios, siempre en base a «identificadores objetivos» –como el tiempo que dedica a cada uno o la cuenta de los errores y aciertos que comete– que ajustan su experiencia. Un modelo que a día de hoy siguen 6.500 alumnos de un centenar de países y en Galicia adoptaron cuatro centros de enseñanza (EIP Emilia Pardo Bazán, CEIP María Barbeito e Cerviño, CEIP San Xosé Obreiro y CPI Virxe da Cela), y que contempla su arranque desde los 4 años.
Hoja de ruta de la Xunta
Que la formación ciudadana en Inteligencia Artificial «debe iniciarse desde las primeras etapas educativas« también se presenta esencial a ojos de la Xunta. Así lo recoge, en sus conclusiones, un estudio fruto del trabajo entre la Agencia para la Modernización Tecnológica de Galicia (Amtega) y las Universidades de Santiago, La Coruña y Vigo que aborda el marco ético-normativo y el impacto potencial de la adopción de la IA en el tejido gallego.
Fija indicadores que miden su implantación en los distintos niveles educativos y, en concreto, tacha de «fundamental» que dé lugar a ajustes en la formación universitaria. El objetivo, abunda el informe, es repercutir positivamente cuando el alumnado dé el salto al mercado laboral, «intentando alinear la demanda de las empresas con la formación« que recibe en las aulas. Ello, enmarcado en el fomento al desarrollo de habilidades digitales en la sociedad que promueve el Gobierno gallego buscando, en última instancia, la «integración completa [del aprovechamiento de la IA] en la vida diaria del ciudadano». En el ámbito escolar, fija como primer paso formar a los docentes para manejarse en un modelo simbiótico con estas técnicas, con una guía oficial a su alcance.
El profesor, «líder» de la clase
Para Javier Arroyo, la entrada de la IA en lo académico «es imparable, es irreversible» y no queda otra que, con cada avance, «ir adaptándose». Relata que traerá cambios y, los primeros, en el rol del maestro. El CEO de Smartick habla de un profesor que sea «facilitador de la clase», en contraposición al escenario tradicional en el que actúa como «transmisor de conocimientos». Considera que ese modelo, «hoy en día, con los teléfonos inteligentes, los ordenadores y, ahora, con la inteligencia artificial, tiene poco sentido« cuando, infiere, para estudiar o realizar trabajos «un alumno entra en Google o ChatGPT, le pregunta y [el programa] lo hace todo».
Entonces, pondera, «¿cuáles son las habilidades que van a requerir los niños y los niñas de hoy el día de mañana? Pues no tendrán que ver con saber más o menos, sino con la capacidad de relacionar fuentes de información y saber cómo extraerla, distinguir la relevante de la irrelevante, o una opinión de un hecho... habilidades de pensamiento crítico», alude, que irremediablemente «impactan» en el rol que desempeña el docente. En la búsqueda de una atención personalizada, señala, «un humano no puede atender a treinta niveles diferentes», por lo que las herramientas inteligentes cubrirían esa necesidad de atención y retrocomunicación constante con el alumnado. La figura del maestro trascendería, así, hasta «elevarse» sobre estos recursos y «ser el facilitador, el líder de la clase»; alguien «que transmita pasión y conocimiento, extraiga el valor de esas herramientas y haga ver [a cada alumno] lo que está fallando mientras lo motiva».