La semana
Negacionismo y soberbia
BNG y PSdeG llevan tiempo ahogándose en su propia demagogia
Dos meses para las municipales. El BNG da el pistoletazo de salida definitivo a su campaña hoy en un acto en Santiago. El PSdeG ya lo hizo el lunes desde el Parlamento. No su presunto líder, que no tiene acta en la cámara autonómica ni ... parece muy interesado en tenerla en el futuro. Fue Luis Álvarez quien inauguró la función denunciando el populismo de los nacionalistas en relación con la política energética. Aunque la intervención forma parte del teatro electoral, tiene su aquel. Lo tiene que exhiban públicamente sus discrepancias en un tema no menor como este quienes han compartido gobierno a nivel local y provincial durante los últimos años y tengan intención de volver a hacerlo después del 28M. Y lo tiene que los socialistas elijan precisamente este tema y no otro para marcar distancias, siempre dócilmente alineados con los intereses del gobierno de Pedro Sánchez. La escena es bastante reveladora. Retrata nítidamente a la izquierda gallega.
Retrata, por ejemplo, la demagogia en la que se ahoga el BNG. Todo aquello que pueda sonar a progreso es un expolio o una estafa. «¿Es coherente defender la lareira cuando se hace la comida en una vitrocerámica?», se preguntaba Álvarez. No, pero el nacionalismo lleva con esa matraca bastante tiempo. Con la pancarta del 'boom eólico depredador'. Sí, el mismo partido que promovió un concurso en el bipartito para repartir más de 2.000 megavatios es el que ahora se opone a esta forma de generar electricidad. En realidad, a cualquier forma conocida hasta la fecha. No les gustaban las térmicas, tampoco la hidráulica, ya no hablamos de la nuclear y ahora también las renovables son un peligro. Reducido al absurdo, sus postulados supondrían prácticamente volver al candil. Su único modelo energético —como en tantos otros asuntos— es el no por el no.
Y eso retrata también al Partido Socialista en Galicia. En dos aspectos. Primero, porque el PSdeG no tiene ningún problema en cohabitar en los gobiernos locales o provinciales con una fuerza que consideran populista y con la que discrepan en un asunto que ellos mismos califican de «oportunidad histórica» para la comunidad. Muy coherente no parece. Y segundo, porque el socialismo gallego ha elegido este asunto y no otro para marcar distancias con sus socios. Han tenido múltiples ocasiones en los últimos meses para desmarcarse de la demagogia del Bloque. En materia sanitaria, por ejemplo. Y no lo han hecho nunca. Al contrario, han optado siempre por secundar las pancartas del nacionalismo. Si esta vez no lo hacen no es porque hayan caído del caballo súbitamente, sino porque el envite afecta al gobierno de Pedro Sánchez. Y en eso sí es absolutamente coherente el equipo de González Formoso, en su absoluta sumisión a las directrices de Ferraz.
Unos y otros, socialistas y nacionalistas gallegos, han quedado nítidamente retratados en esas declaraciones del portavoz parlamentario del PSdeG. Unos en su estrategia negacionista y otros en su obediencia ciega a los designios de la Moncloa. Pero han quedado también ambos retratados en su común incapacidad para desarrollar un modelo energético anclado a la realidad de Galicia. Porque tan insostenible es la oposición a cualquier forma de generación de electricidad, como la exhibición de soberbia del ministerio de Teresa Ribera en la presentación de su planificación del desarrollo de la eólica marina en la comunidad. La misma que ha evidenciado en otros muchos asuntos que afectan a este territorio. En materia industrial —Ence o Alcoa, por ejemplo— o en la gestión del litoral —con su obstrucción a la futura ley autonómica que ordenará la franja costera—.
Ni la soberbia de los troyanos ni el negacionismo de los tirios son los fundamentos más aconsejables para afrontar un debate tan crucial como el de la política energética. Ni ningún otro. Pero ambos, BNG y PSdeG, llevan demasiado tiempo ahogándose en su propia demagogia. Desde mucho antes de que empezase esta larga precampaña que está retratando a unos y otros.
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