El garabato del torreón
Menos pancarta y más memoria
Quizá porque la gente está un poco harta, porque las dietas obligadas acaban indigestando o porque más vale la concordia que la discordia, el caso es que el 8 de Marzo pasó en la ciudad donde habito fagocitado por la oficialidad, con ese entusiasmo impostado ... con que se destiñen y desnaturalizan convocatorias que todavía no hace tanto movilizaban entusiasmos espontáneos y generaban esperanzas.
Entretuve parte de esa jornada repasando el nomenclátor callejero, por ver si en él se impartía justicia a algunas mujeres merecedoras de memoria epigráfica. Lo suponía: claro que no. Aquí tienen su calle el centollo, la flor de lirio, un túnel de ferrocarril, las Canarias, las Baleares, el mochuelo, la avutarda, muchos ríos, mucha mitra y mucha corte celestial, pero, en cambio, apenas aparecen mujeres. Y eso que una mujer regenta la ciudad y otra aspira a regentarla.
Así las cosas y de tal conformidad, resulta difícil entender cómo es posible que no haya aquí una calle que lleve el nombre de Hilda Rodríguez, la única atleta española ganadora de más de cincuenta medallas de oro, dos de ellas en los Juegos Paralímpicos de Atlanta. Ni se entiende la ausencia en el nomenclátor de Ángela Pardo Celada, la primera doctora en Medicina y ginecóloga establecida en Galicia, formada en Hamburgo y en Londres, ayudante de Varela Radío en la Universidad Central. ¿Y cómo se explica el ninguneo a Teresa Losada Campo, «la monja de los inmigrantes», pionera destacadísima en la construcción del diálogo entre el cristianismo y el islam, y que los catalanes ya han hecho suya, Creu de San Jordi mediante?
Hay olvidos y desconsideraciones que no encuentran razón de ser fuera de la ignorancia, del sectarismo o de la estupidez. Hilda, Ángela, Teresa: tres extraordinarias mujeres luguesas, ejemplo para todos, y que son mucho más que una pancarta a fecha fija y un lacito morado en la solapa.
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