El Garabato del Torreón
Un filón sin explotar
La propaganda del Xacobeo ya está hecha, como la del Sanxenxo de Juan Carlos
En agosto, Galicia se convierte en la versión termométrica de la sobada metáfora machadiana: una Galicia tirita y otra se abrasa; una abre el paraguas y otra abre la sombrilla. Yo paso el verano en la Galicia pluvial y tiritante, aquella donde el sol asoma ... esporádicamente y cuando tal sucede es recibido como un milagro, con la misma estupefacción que deslumbró a los pastorcillos de Fátima aquella mañana de 1917 en Cova de Iría.
Los responsables de una cosa un poco rara que responde al nombre de Axencia de Turismo de Galicia se obcecan en inyectar cartelería, folletos y partidas presupuestarias al Xacobeo, sin caer en la cuenta de que los infinitos caminos a Santiago ya gozan de suficiente renombre publicitario desde el siglo XII, gracias a fray Aymeric, aquel benedictino de Poitou que fue el primero en prevenir a los peregrinos contra los impíos latrocinios de taberneros, mesoneros y mozas del partido.
Quiero decir que la propaganda del Xacobeo ya está hecha, como lo está la del Sanxenxo de Juan Carlos, razón por la cual ahora hay que trabajar la otra parte del filón, la de la Galicia de lluvia y calma, que dijo Miguel Hernández cuando se dejó llevar por los vientos del pueblo. Un turismo, o sea, más acorde con las reglas de Galicia que con sus excepciones. Ahí están, por ejemplo, la Ribeira Sacra, que es la gran baza de esta hora, y «as terras encantadas de Lemos», que dijo Lois Diéguez. Y la reconfortante geografía de los balnearios. Y la mágica red de casas rurales que se extiende por los bosques atlánticos de ribera mejor conservados de Europa. Y los entornos monumentales para disfrutar del 'turismo slow' que se encierra en ciudades como Mondoñedo, Tui, Betanzos o Noia.
Comete un error el que crea que Galicia no puede mantener su tirón turístico los doce meses del año. Claro que puede. Le sobran argumentos monumentales y paisajísticos, razones de gastronomía y razones de etnografía. Otra cosa es que sepamos poner la oferta en el escaparate. Pero ya lo dijo Risco: «Galicia é un mundo».
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