INDUSTRIA
El Gobierno plantea la reapertura de As Pontes, la mayor térmica española
Pide un informe a Red Eléctrica para recuperar temporalmente la central de Endesa, que esperaba para cerrarla

La crisis energética que asoma por Europa derivada de la guerra en Ucrania parece estar reescribiendo por la vía de los hechos el guión del Ministerio de Transición Ecológica. Las centrales térmicas, aquellas que queman carbón para la producción eléctrica, han pasado de la lista ... negra a la agenda de prioridades del Gobierno. El departamento de Teresa Ribera ha solicitado a Redeia (antes Red Eléctrica), la operadora del sistema español, un informe técnico que, entre otras acciones, le permita recuperar este invierno la actividad en la mayor térmica de España, ubicada en As Pontes (La Coruña). O al menos lo que queda de ella.
Porque la planta coruñesa estaba ya enfilando su cierre, anunciado por Endesa a mediados de 2019 al dejar de ser viable la generación eléctrica mediante la quema de carbón. El incremento de los costes de producción —por la subida del precio de las emisiones de CO2— y la propia materia prima expulsaban a este combustible fósil del 'pool' eléctrico. Ese año, el coste medio del megavatio/hora (MWh) fue de 53 euros. El carbón se acercaba a los cien y no era rentable. Hoy, el precio medio alcanzará los 315,76 euros. Las políticas verdes del Gobierno alentaban además el cierre de estas plantas, caracterizadas por un notable impacto ambiental.
Pero lo que ha movido al Ministerio a echar mano de nuevo del carbón no han sido los elevados costes de la electricidad del último año, sino la delicada coyuntura europea. España se ha comprometido con sus socios comunitarios a ayudar en la medida de lo posible en el abastecimiento de gas al continente si Rusia cumple el peor de los escenarios y cierra el grifo, pero también a redirigir energía eléctrica a nuestros vecinos. Y para hacer cumplir la palabra dada, Ribera necesita echar mano de la última central de carbón disponible en nuestro país después de los cierres paulatinos de este tipo de industrias en los últimos años. El sector lo había abandonado para abrazar las energías verdes. Endesa ni siquiera contemplaba aprovechar los hipotéticos bajos costes de producción eléctrica con carbón para recuperar la inversión realizada en su día en As Pontes, pensada para alargar su vida útil hasta 2030.
Contaban además con la animadversión pública y notoria de la ministra Teresa Ribera. Nada más llegar al cargo en 2018 dejó claro que la generación con carbón no tenía futuro y las centrales térmicas «ya no tenían sentido». El secretario de Estado vaticinaba cierres a corto plazo, y el Ministerio tuvo que salir al paso para garantizarle un mínimo respiro a As Pontes, cuyo alcalde es el líder del PSOE gallego.
Según la versión gubernamental, el Ejecutivo «está trabajando en la elaboración del Plan de Contingencia que la Comisión Europea requiere a los estados miembros para afrontar un posible corte total del suministro de gas ruso». Además, confirma el informe solicitado a Redeia «sobre distintos escenarios extremos que incluyan situaciones de escasez de gas natural o de otros productos energéticos». El documento servirá para vestir la decisión, que desde Endesa aclaran que no será una reapertura, sino un retraso en su cierre.
El informe del operador será el que establezca la letra pequeña de la decisión gubernativa, pero la previsión es que la central garantice el suministro hasta el año que viene, cubriendo el duro invierno que se espera y para el que Europa está siendo incapaz de almacenar reservas de gas.
Central a medio gas
Sin embargo, los planes del Ministerio van a verse entorpecidos por sus propios obstáculos a este tipo de energías. Cuando en septiembre de 2019 Endesa anunciaba la discontinuidad de la producción de sus centrales térmicas de carbón, paralizó la inversión que estaba acometiendo para adaptar sus emisiones a las nuevas directivas comunitarias. De sus cuatro reactores, con una potencia total de 1.400 MW, dos dejaron de ser operativos por carecer de tecnología de desulfuración.
Desde entonces, Endesa mantuvo parcialmente operativa As Pontes, pero principalmente como central de respaldo para el sistema eléctrico, produciendo energía de manera ocasional y dando así salida al mineral almacenado en sus instalaciones. Durante la tormenta Filomena se hizo necesaria, por ejemplo. En octubre del año pasado, con las primeras tensiones en el suministro, se volvió a comprar carbón. Pero era un mero espejismo. En abril, la compañía recibía luz verde a la declaración de impacto ambiental para el proyecto de desmantelamiento de la central. La Xunta quiere conservar la chimenea, por considerarla un Bien de Interés Cultural.
Por el camino, en un intento a la desesperada por evitar la pérdida de los casi 1.200 empleos vinculados directa e indirectamente a la actividad de la planta, y no sin fuertes presiones del Gobierno y la Xunta, Endesa aceptó probar con biocombustibles que suplieran al carbón en sus reactores. Se usaron lodos y huesos de aceituna. No se alcanzaba ni de lejos la capacidad del mineral fósil. La última (y remota) posibilidad para esquivar el cierre se desvanecía de un plumazo.
Las calderas quemaron el último carbón el pasado 24 de junio, que había llegado en marzo procedente de Indonesia. Los dos reactores operativos pasaron a dejar de estarlo, al necesitar una serie de reparaciones de mantenimiento con un coste estimado de 12 millones de euros. Endesa descartó acometer la inversión. Si ahora quiere reabrirse, no le quedará más remedio que asumirla. Ya solo aguardaba por la autorización para cerrar por completo la planta. Buena parte de su plantilla ya estaba, bien prejubilada, bien relocalizada en otras centrales de la compañía.
Este inesperado giro de guión no abre una expectativa de futuro para As Pontes sino que prolonga unos meses su ya decidido cierre. El humo de la chimenea será temporal.
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