Viejos vicios, despedidas y selfies en el último pleno
Hasta aquí llegó el Parlamento en esta legislatura. En la sesión postrera aún hubo tiempo para mucho
Se acabó lo que se daba en la Casona del Hórreo . Punto final a la actividad plenaria hasta después de las elecciones de otoño , aunque todavía queden un puñado de comisiones esta semana. Imperaron los buenos sentimientos, por aquello de no armar lío en el último día. Incluso el presidente del Parlamento, Miguel Santalices, llamó a no abandonar los buenos usos . «No quiero llamar al orden en este pleno a nadie», rogó durante la sesión. Al final, antes de apagar la luz, tuvo palabras de felicitación para todos por ser «el Parlamento más eficiente y trabajador de España».
El buenismo se torna en generosidad en grupos como el popular. En el último pleno debutaron como oradores los diputados Ambroio Oróns y Silvia Devesa . Ningún compañero quiso dejar de arropar al último diputado aterrizado en la Cámara. Otro estreno en el tiempo casi de descuento fue el de la «mixta» Mónica Fernández en una interpelación. Son recuerdos que uno se lleva a casa, como los selfies desde el escaño de algunos diputados. También fue momento de emotivas despedidas, como las diputadas del BNG Tareixa Paz y Carme Adá n. Saben que no volverán. La duda es si su adiós será igualmente el de sus siglas de la Cámara. Recibieron el cariño de los presentes. Sorprendente alguna cara larga en su propio grupo. La UPG no perdona que pidan la confluencia maldita.
Otra estampa devenida en tradicional: un presidente de la Xunta que zarandea a la oposición en las preguntas llamadas a controlar su gestión. Con Feijóo, la práctica es costumbre. Ayer no fue excepción, con el plus de que se sabe en campaña y afila los mensajes para ganar titulares. La munición de la oposición resultó estéril.
Pero en el Hemiciclo se finiquita una legislatura salpicada por los insultos, los puñetazos encima de la mesa, la algarada y la confrontación permanente . O lo que es lo mismo, por el retorno a la Cámara de Xosé Manuel Beiras . No fue ayer un día muy distinto al común de los vividos. Llegó a media mañana, por la tarde leyó un rato y levantó la vista del libro no para votar con su grupo —o lo que queda de él— sino para hacer notar su presencia en un debate sobre el precio del vino.
La sesión se levantó y no hubo siglas ni distingos, y sí besos, abrazos y más despedidas. Diputados sí, pero gente del común, también.
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