PRISIONES
La vida entre rejas del «Hannibal Lecter» de los presos españoles
Lleva dos años aislado en el penal gallego de Teixeiro. Funcionarios usan su caso para pedir más medios y seguridad
Hace dos años y medio que Fabrizio João llegó a la prisión coruñesa de Teixeiro. Dos años y medio en los que este guineano de 36 años, con condenas de sangre que suman más de medio siglo a la sombra, no ha tenido contacto con nadie . Ni tan siquiera con los funcionarios que se encargan de su cuidado diario. La última vez, durante su estancia en la prisión del Puerto de Santa María (Cádiz), agredió a los ocho funcionarios que accedieron a su celda hiriendo de gravedad a dos de ellos. Un año antes había matado a un recluso. Este violento historial le valió a Fabrizio el apodo del «Hannibal Lecter» español y también el temor de todos los funcionarios de prisiones de país. Sobre todo, de los que más cerca lo tienen.
Para evitar que este reo de extrema peligrosidad vuelva a atacar a alguien durante los años de condena que le quedan, en la cárcel de Teixeiro se diseñó un cuidado plan para evitar el contacto con el resto de personas del penal, ya sean trabajadores o los propios presos. Según un funcionario de la prisión explicó a ABC, «la comida se le suministra a través de una puerta metálica, pero nunca hay contacto físico con él». «Cuando sale al patio —siempre solo— las puertas se le abren de manera automática , se ducha en su celda y se lo controla a través de una pantallas», revelan. El intercambio con otros presos tampoco se produce en ningún momento del día. «Desde que llegó aquí tras al altercado en Cádiz no ha habido ningún problema, pero porque las medidas de seguridad son extremas, no porque él no los haya buscado », afirma la misma fuente acerca del día a día con un condenado por asesinato que «hace la vida normal de otro reo, solo que siempre solo».
Prisiones sobresaturadas
El caso de Frabrizio es extremo pero no único. Porque son muchos los internos de máxima peligrosidad con los que los funcionarios deben lidiar al cabo del día s olo armados con un bolígrafo y sus propias manos . «Al tratar de reducir a un interno nosotros no podemos hacerle daño, pero ellos a nosotros sí», evidencian desde el penal de Teixeiro para reivindicar mayor protección para unos funcionarios de prisiones que desarrollan su trabajo en cárceles sobresaturadas — la capacidad de este penal es de 1.008 reos, pero acoge a 1.782 — y sin apenas formación práctica. «Nuestra plantilla está envejecida y apenas se nos dan instrucciones de cómo gestionar una situación de peligro», explican.
La misma queja la hacen los funcionarios de A Lama, la otra cárcel modelo gallega que subsiste en iguales condiciones. «A veces te toca enfrentarte a reyertas en las que piensas qué va a pasar cuando me meta ahí...», confiesan algunos de sus trabajadores, que llevan meses en pie de guerra solicitando más recursos humanos y materiales, un trabajo digno y «prisiones sin agresiones» . El resumen de la situación lo hace un funcionarios con años de experiencia en una conversación con este medio: « Hoy habrá una agresión a algún funcionario de prisiones en alguna cárcel española . Y mañana también», sintetiza. El problema de fondo, explican, es que las cárceles españolas en su conjunto son incapaces de absorber los 4.000 nuevos internos que hay cada año».
Esta idea entronca con la nueva realidad de la vida intramuros, marcada por la llegada de otro tipo de reclusos a los que las envejecidas plantillas estaban acostumbradas. «Necesitamos formación porque nosotros tenemos un máster en los internos típicos de aquí: adictos, narcos o condenados por robo. Es el perfil que conocemos y con el que sabemos lidiar », reconocen desde A Lama. El problema es que ese preso ha dejado paso a otro tipo de reclusos entre los que destaca algún yihadista y sobre todo miembros de bandas del Este.
Funcionarios denunciados
La última polémica en Galicia por los altercados entre rejas ha acabado en los juzgados, con la denuncia de un preso peligroso que afirma que dos funcionarios de Teixeiro lo agredieron sin motivo . Los trabajadores señalados y sus compañeros replican que solo lo redujeron para evitar que agrediese a otro recluso, pero el tema ya está en manos del juzgado de Betanzos. La denuncia se produce solo dos meses después de que dos empleados de la misma prisión tuviesen que ser hospitalizados tras el ataque de un recluso. Uno de los funcionarios perdió el conocimiento por los golpes y el otro sufrió fracturas de los huesos de la cara.