Es un traidor, pero es de los nuestros

Se le atribuye a Pachi Vázquez una máxima llena de matices: «La política es un arte dinámico». Quien mejor supo manejarla en los últimos años, hasta que Pilar de Lara se cruzó en su camino, fue José Ramón Gómez Besteiro, maestro del posibilismo político. No había imponderables para el exlíder socialista. Lo importante era el fin, y los medios quedaban como elemento accesorio.

En Lugo ha encontrado un digno sucesor en Darío Campos, salvadas las abismales distancias de perfil político y aspiraciones. El presidente por accidente de la Diputación ha guardado en el cajón todos y cada uno de los desplantes de Manuel Martínez desde que le fue negado el sillón presidencial. No ha habido pleno en que el alcalde de Becerreá no metiera el dedo en el ojo de sus excompañeros, sembrando discordias y provocando a pulso su expulsión del partido. Pero todo eso ya son menudencias, porque Martínez será un traidor, pero como es de los nuestros, se arrepiente mucho y solo nos va a costar una vicepresidencia y un puñado de inversiones en su pueblo, lo perdonamos y pasamos a otra cosa, como por ejemplo, darle uso partidista a la Diputación.

Personalmente, Manuel Martínez me produce una enorme decepción. Porque revela que no quería justicia –denunciar la doble vara de medir de su partido con los imputados– para con su persona, sino un carguito, un buen sueldo y poder, obsceno poder para hacer y deshacer a su antojo. Los ideales, las lágrimas de cocodrilo de Martínez cargando contra Besteiro y su entorno, fueron burdas mentiras para engañar a la opinión pública.

El tercero en discordia ahora vuelve a ser el BNG, que con tanto desprecio vetó en su día a Martínez por estar imputado. Ahora que ha regresado por la puerta grande, ¿le dará la espalda a Campos o solo se venderá mas caro en la puja?