Coronavirus
Así trabajan los «rastreadores» del Sergas para detener los rebrotes
Los equipos de alertas epidemiológicas se encargan de aislar a los contactos de los casos positivos en cada provincia
Su labor se ve ocasionalmente obstaculizada por pacientes reacios a colaborar por unos u otros motivos
Todos los días, un equipo formado por un número variable de sanitarios vigila en cada una de las cuatro provincias gallegas la detección de casos positivos de coronavirus . Nada más tener constancia del contagio, los integrantes de la unidad se ponen manos a la obra y descuelgan el teléfono. Llaman o bien al infectado para pedirle información sobre todos los contactos mantenidos en los últimos 14 días o bien directamente a las personas que, tras un sondeo inicial realizado por los servicios hospitalarios que le han detectado la enfermedad, ha recordado en un primer momento. El objetivo son los llamados contactos estrechos , cuidadores o cualquier otro ser humano que haya permanecido a una distancia inferior a dos metros del contagiado durante al menos 15 minutos. Una vez localizados, se les pide que se pongan en aislamiento de inmediato y, al igual que al posible transmisor, les preguntan por su listado de contactos de riesgo. Es la mecha de un largo proceso de prevención, control, rastreo y seguimiento que, en el peor de los escenarios, puede desembocar en un posible rebrote de la enfermedad.
Los servicios de alertas epidemiológicas de las comunidades autónomas llevan haciendo este trabajo desde la irrupción de la pandemia en marzo, pero no ha sido realmente hasta la aparición de nuevos focos tras el inicio de la desescalada cuando su labor ha despertado la atención de la opinión pública. En ellos recae parte de la trascendental misión de poner coto al avance de la enfermedad en el menor tiempo posible . Una tarea que no siempre resulta sencilla si, por ejemplo, el contagio se detecta tarde o no se dispone de la información necesaria, entre otros factores.
«Se trata de un trabajo muy especializado, en el que hay que saber hacer las preguntas adecuadas para que no se escape ningún detalle o posible pista », explica Ana Isabel González, jefa de servicio de la Jefatura Territorial de Alertas Epidemiológicas de Orense, compuesta por ella y otros dos médicos en prácticas. Pese a que en los días álgidos de la pandemia el flujo de llamadas diarias podía contarse por decenas, los servicios sanitarios de la provincia decidieron que antes que reforzar la unidad con personal de otras áreas sería más productivo prolongar las jornadas, habida cuenta de que «no es un cometido para el que esté formado todo el mundo».
Preguntas pertinentes
En su día a día, los epidemiólogos recitan un listado de preguntas protocolarias para tratar de averiguar los contactos de los pacientes: dónde estuvo, con quién y en qué situación o condiciones. Pero hay ocasiones en las que la memoria es frágil y el cuestionario estándar no resulta suficiente. Es entonces cuando entra en juego lo que González define como «olfato epidemiológico» : saber repreguntar si en la respuesta se detecta algo extraño o que no cuadra. Para ello, pone un ejemplo sencillo, pero que lo ilustra bien: «Tuvimos casos de personas mayores que habían dado positivo y que, al preguntarles por sus movimientos en las dos últimas semanas, nos decían que no habían salido de casa por el confinamiento. Es ahí cuando les preguntábamos ‘¿y no salía usted a hacer la compra o a hacer alguna gestión?’ y se les hacía repentinamente la luz». Desde el 11 de mayo (fecha de inicio de la desescalada), los equipos de cada provincia cuentan, eso sí, con el apoyo de una central de seguimiento establecida por la Xunta y compuesta por más de 50 teleoperadores que se encargan de llamar a los pacientes aislados para controlar su evolución. Les preguntan si han desarrollado síntomas, se han tomado la temperatura o han experimentado alguna variación en sus parámetros.
El rastreo de contactos suele ser un camino relativamente libre de obstáculos en lo que a la colaboración ciudadana se refiere. La población está casi plenamente concienciada de los riesgos del virus y los posibles contagiados suelen poner todo de su parte para lograr atajar la cadena de transmisión. Sin embargo, hay ocasiones en las que algunos no dan su brazo a torcer con facilidad y los epidemiólogos tienen que recurrir a la Policía para hacer cumplir las medidas preventivas.
«No es lo habitual, pero sí que hemos tenido algún caso. Son personas que o bien no localizamos y a las que debemos avisar cuanto antes para que se aíslen o bien que se saltaban la cuarentena. En esa situación, las autoridades los encuentran o vigilan para asegurarse de que no salgan del domicilio», expone Miguel Álvarez Deza, jefe de servicio de la Jefatura de Pontevedra. «Pero también están los trabajadores autónomos, que por miedo a no poder trabajar no dicen toda la verdad o quienes, para no perjudicar a sus allegados, son reacios a colaborar en un primer momento. Finalmente, con pedagogía, entran en razón, pero de entrada hay veces en las que no resulta fácil que nos digan lo que necesitamos saber», añade.
En cualquier caso, Álvarez, que en su departamento trabaja con otras cuatro personas, tiene claro que el reinicio de la actividad va a suponer inevitablemente un aumento progresivo de los contagios «Van a ir regresando barcos tras varios meses de faena, gente de otras comunidades que vendrá de vacaciones... Es un hecho que, antes o después, esto irá reavivándose poco a poco», vaticina.
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