Universidad

«He tenido aulas con alumnos en el suelo»

Clases con 150 estudiantes son una realidad en ascenso tras el paso de la crisis y la decepción de Bolonia: «No podemos desdoblar grupos porque no tenemos profesor»

Aula 12 de Magisterio, en la que es frecuente reunir a más de 120 alumnos MIGUEL MUÑIZ

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«Esto es el aula 51. Un grupo de seminario, un profesor. Mira cómo están. No hay espacio ni para pasar entre ellos». Carmen Fernández Morante, decana de Ciencias da Educación en la Universidade de Santiago (USC), muestra en su teléfono móvil una foto enviada a su whatsapp por un colega de facultad. En la imagen, un aula atestada; con alumnos distribuidos a duras penas en grupos circulares constituidos a pesar de los obstáculos del mobiliario. El trabajo en seminario —uno de los formatos de organización impulsados por el Plan Bolonia para reforzar el trabajo individualizado en las aulas universitarias— exige un máximo de 30 alumnos (38 si se atiende al umbral que decantaría la formación de un segundo grupo según la normativa de la USC), pero en la foto se roza el medio centenar. «Podemos llegar a 40 y 50 en grupos de seminario y en las clases expositivas hasta 150», señala Fernández Morante . El aula en la que Óscar López imparte Análisis Numérico de Ecuaciones en Derivadas Parciales es otra cosa, tiene 18 matriculados (tres de ellos desplazados con becas Erasmus y Sicue) y este lunes son nueve en clase. Es una materia optativa, explica, pero esa cifra de «no es la habitual». «En las obligatorias te ves con cien alumnos, o más», apunta.

Matemáticas agota con facilidad sus cien plazas de nuevo ingreso y su demanda está en alza empujada por la creciente acogida de sus egresados en la empresa . Ciencias da Educación, con sus cuatro grados en Educación Infantil y en Primaria, Educación Social y Pedagogía, es el segundo centro en alumnado total de la USC, superando los 2.100, sólo por detrás de Medicina que, en su único título, congrega a cerca de 2.400 estudiantes. Todas se ven forzadas a trabajar con mayor o menor frecuencia con grupos demasiado abultados, también Veterinaria en Lugo, y no solo, sino que esta realidad, expone Fernández Morante, «a medida que va habiendo menos recursos se va extendiendo a otros ámbitos, aunque en Ciencias Sociales es acuciante en todas las universidades ».

Reforma sin recursos

La razón, analiza la decana de Ciencias da Educación hay que buscarla en los límites a la reposición de docentes durante la crisis económica y en un marco insuficiente en el que las expectativas abiertas por el Plan Bolonia para mejorar las enseñanzas universitarias chocaron con la falta de recursos . «Con Bolonia de repente se habla de una educación más personalizada. Se marca que en todas las materias de la universidad tiene que haber enseñanza en gran grupo y enseñanza en pequeño grupo. Se plantea que un grupo interactivo tiene que ser del orden de 20 alumnos. Y ahí después entran los parámetros de cada universidad. En nuestro caso, 80-101 para el grupo expositivo, 30-38 para el seminario y 20-26 para el laboratorio. Es decir, cada cien alumnos, tienes un grupo expositivo, y a partir del 101, crearíamos el segundo. Eso está genial, pero la realidad es que muchas veces aunque tengas los números no tienes profesorado. Generalmente nuestro problema es que no podemos desdoblar grupos porque no hay profesor , y así hay aulas en las que se está trabajando en Magisterio con 150 alumnos, juntos. Un profesor para 150 alumnos, en una sala. Te puedes imaginar. Bolonia cambió el discurso pero no cambió la metodología ni cambió las infraestructuras», expone la decana. Y lo mismo, dice, ocurre en los grupos interactivos: «Yo he llegado a tener hasta siete personas sentadas en el suelo con un portátil, en Educación Social, cuando desbordaba la matrícula y pasábamos de 100 alumnos en primero», expone, aludiendo a una práctica habitual durante los años más duros de la crisis, en los que la necesidad de ingresos en las universidades flexibilizó la admisión de estudiantes por encima de los númerus clausus.

Menos de una decena de alumnos siguen esta optativa de Matemáticas, una excepción en una facultad de aulas repletas MIGUEL MUÑIZ

El impacto es claro en los docentes, en forma de bajas de salud, afirma la decana, jubilaciones anticipadas y dificultades para contratar profesores asociados. También, en lastres para las carreras investigadoras; «es que si yo tengo que dar todas estas clases y estoy en estas condiciones cómo me voy a hacer una estancia a Berkeley», ilustra. Y como perjudicados últimos, los alumnos, privados del nivel de personalización y calidad en la atención dibujada sobre el papel de Bolonia. «Es que en un grupo bien dimensionado la relación es mucho más personal y puede haber gente tímida, pero en un grupo pequeño tú ves quién se inhibe, quién no participa y vas conociendo al alumno y vas ayudándole a participar, y le vas generando seguridad. En un grupo grande eso se diluye. En los grupos grandes me doy cuenta de que no me alcanza la sesión para supervisarlos a todos. Y así es mucho más fácil que un alumno se quede descolgado, o que abandone . La posibilidad de trabajar en pequeño grupo realmente es el elemento motivacional mayor», afirma Fernández Morante. «Hay gente que entre 80 alumnos no habla, pero entre 15 sí. En un grupo pequeño eres capaz de saber si cada uno de ellos te está siguiendo; si son cien, eso no es posible», coincide López Pouso.

El futuro, sostiene la decana de Ciencias da Educación, debe pasar necesariamente por un apoyo a la dotación y reequilibrio de las plantillas, una reducción de la burocracia y un compromiso con la innovación educativa desde los centros.

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