Galicia
Subir al cielo para descifrar el pasado
Desde la visión aérea a la relación de las sociedades antiguas con los astros: así trabaja la arqueología en altura

A principios de este 2018 la aplicación de la tecnología LIDAR aérea revolucionó el conocimiento arqueológico reunido hasta la fecha sobre la civilización maya, revelando bajo la capa forestal de la jungla guatemalteca multitud de construcciones ocultas que apuntan a una civilización mucho más compleja, extendida e interconectada que la descrita hasta el momento. Mucho más cerca de nuestra geografía, la misma tecnología ha posibilitado ampliar el número de monumentos megalíticos identificados con investigaciones como las desarrolladas por el profesor Miguel Carrero Pazos en la necrópolis del Monte de Santa Mariña, en las tierras de Sarria y O Incio.
La tecnología LIDAR —un sensor láser adaptado a una plataforma aérea que permite obtener imágenes al nivel de profundidad deseado y localizar con exactitud los puntos en el terreno— constituye sólo una muestra de las muchas puertas abiertas al conocimiento cuando la arqueología gana altura y recurre al cielo como soporte. Arqueología del cielo es, precisamente, el subtítulo dado por los organizadores a las «V Jornadas de Arqueometría en Galicia», que el pasado viernes completaron en la Facultad de Xeografía e Historia de Santiago su segunda y última sesión de trabajo. Bajo esta sugerente denominación, expone el catedrático de Historia Antigua de la USC Marco García Quintela, han pretendido englobar toda una serie de aproximaciones que apoyan el estudio arqueológico echando de alguna manera mano del cielo: desde la fotografía aérea antigua a los nuevos drones, pasando por la relación entre la posición de los astros celestes y la orientación de monumentos y ciudades de la Antigüedad o el rastreo de la actividad metalúrgica de civilizaciones ancestrales a partir de la contaminación atmosférica que el paso de los siglos ha depositado en los suelos.
Las aplicaciones son múltiples y las herramientas diversas. «Gracias a la fotografía aérea antigua, por ejemplo, se están encontrando restos arqueológicos en espacios hoy urbanizados. Las cautelas que hoy se aplican para la nueva construcción respecto a la posible existencia de restos no existían hace 40 o 50 años», indica García Quintela.
Y en el cielo también se encuentran pistas sobre la ideología de sociedades pasadas. Es el caso, expone el historiador, del culto al emperador durante el mandato de Augusto. «Sabemos que nació el 23 de septiembre, coincidiendo con el equinoccio de otoño , y que fue fecundado en torno al solsticio de invierno, cuando la constelación de Capricornio es visible en nuestras latitudes. Los antiguos tenían un conocimiento del cielo que utilizaban en la forma de orientar sus ciudades y sus monumentos, y vemos cómo muchas de las ciudades, altares y construcciones levantadas durante el periodo de Augusto están orientadas al equinoccio o a Capricornio, en un claro tributo a su figura», explica Quintela.
La pista de la contaminación
El cielo, otra vez, está también presente en los estudios del catedrático de Edafología de la USC Antonio Martínez Cortizas, rastreando los metales emitidos a la atmósfera por la actividad humana para profundizar en la datación de los trabajos mineros y metalúrgicos de las sociedades antiguas. Sus estudios en las turberas —ecosistemas que han actuado como sumideros naturales de carbono durante milenios— han hecho posible por ejemplo situar hasta 5.000 años atrás actividad metalúrgica en el norte de la Península Ibérica, adelantando en 1.500 años la fecha propuesta por las investigaciones precedentes.
Noticias relacionadas