En La Coruña y Santiago
Solo uno de cada cien vecinos se implicó en los presupuestos participativos
El modelo fue importado de Porto Alegre, donde implantaron el sistema en 1989 y Beiras impartió doctrina
Las asociaciones cuestionaron el método elegido por los rupturistas que prima las reclamaciones individuales
Nadie mejor que los vecinos para saber lo que ocurre en su parroquia. La frase, extraída de las 13 claves con las que Compostela Aberta se presentó —y alcanzó— la alcaldía de Santiago regala una pregunta como contrapartida: ¿Y qué ocurre si son pocos los vecinos que participan? Los presupuestos participativos , el instrumento de acción con que el rupturismo gallego pretendía reverdecer la política económica del municipalismo cumple su primer año, con un balance sombrío. En Compostela, según datos del departamento de Participación y a la espera del cierre definitivo del proceso, se involucró el 1,7 por ciento del censo de la ciudad. En La Coruña el volumen de implicación ciudadana ronda el 1 por ciento.
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La mirada transfronteriza de las «alcaldías rebeldes» se transporta a la prefectura brasileña de Porto Alegre . Allí, donde Beiras pronunció una conferencia en el Foro Social Mundial. Allí, donde en 1989 el gobierno local puso en marcha la primera experiencia participativa en la elaboración de unos presupuestos. La región, diez veces más poblada que Santiago, mereció el reconocimiento de la ONU por su inclusión en el ránking de las 40 mejores políticas urbanas del mundo; así como del Banco Mundial, por su utilidad para imbricar a la sociedad civil con la administración. «Fue el pionero. En 1989, cuando yo era niña, en Porto Alegre participaron 400 personas, quince años después fueron 20.000 y ahora son más. Este es un proceso que hay que madurar y corregir», destaca la concejal de Economía del concello santiagués, María Rozas.
«Ópera prima»
La edil valora la «ópera prima» de Compostela Aberta por encima de lo que esperaban en un primer momento: « Superamos en proporción a Sevilla, Córdoba o Madrid , aunque no es comparable por el número de habitantes. En cuanto los vecinos vean que sus propuestas se están ejecutando, motivará a más gente a participar», aventura, aunque esa fase todavía no ha llegado. Teniendo en cuenta el 1,7% de tasa de participación, unas 1.600 personas se involucraron en los presupuestos, de las cuales partieron 216 propuestas totales.
Falta de control: Los métodos de participación telemática suscitaron dudas entre los partidos de oposición
El gobierno local reservó un millón de euros para someter a la voluntad directa de los ciudadanos y una partida de 100.000 destinada exclusivamente a actividades para la juventud. El proceso fue de la siguiente forma: primero, el gobierno de Martiño Noriega se reunió con las asociaciones; después, se produjeron las «reuniones abiertas» para reglar las votaciones que, finalizadas, dejaron paso a otras asambleas para debatir propuestas. Dentro de éstas hubo dos: asambleas «de diagnóstico», donde se pusieron en liza los problemas de la ciudad y, ya por último, las asambleas de «decisión» que culminaron la hoja de ruta. El camino extenso guardó para sí momentos de tensión. «Daba la sensación de que se votaba sobre lo votado», cuentan asistentes a los encuentros. En una asamblea celebrada en el barrio de Fontiñas, algunos vecinos se levantaron molestos por la precipitación y los cauces que se estaban imponiendo. «Fuimos demasiado rápido para mi gusto», reconoce Rozas, que achaca los desaires a la frenética espiral de elecciones. Entre otras críticas, los métodos de participación telemática suscitaron dudas entre la oposición. La posibilidad de votar con la identidad de otra persona o la falta de un órgano independiente que controlara el proceso protagonizaron la mayoría. Aunque, quizá, las principales barreras sean otras y ya llegan de antaño, de las críticas a los métodos de la llamada democracia deliberativa. Principalmente porque para participar en los presupuestos se necesita tiempo, y cuando escasea, se corre el riesgo de que el proceso lo cope siempre el mismo perfil de ciudadano.
Tanto en La Coruña como en Santiago existieron tiranteces con las asociaciones vecinales por su nuevo papel. «Aquí se dio el debate rico de abrirse a la participación individual, no solo a la de las asociaciones», asegura la responsable de Participación del ejecutivo herculino, Claudia Delso . Es decir, la falta de intermediarios entre el ayuntamiento y los vecinos «puenteó» el rol tradicional de los colectivos civiles. Delso considera que el debate tiene que ver con la «necesaria actualización del tejido asociativo y que, en el año en que vivimos, que también existe un derecho a participar individualmente». En el caso de la ciudad gobernada por Xulio Ferreiro, 1.964 personas se implicaron para elaborar un total de 516 propuestas . Tras una etapa de evaluación interna, 98 fueron sometidas a votación en el mes de septiembre. En juego estaba la distribució de un millón de euros de las arcas municipales. Un 2,14% de jóvenes adoptó una actitud activa en toda la elaboración de los presupuestos. «Un dato muy bueno», para la responsable del gobierno local, a pesar de que puedan parecer pocos «si nos limitamos a hacer un análisis cuantitativo».
Con los primeros balances por cerrar, el optimismo de las alcaldías rupturistas es el previsible. Así y todo, 9.000 kilómetros separan el noroeste de Galicia y la brasileña Porto Alegre, casi tantos como los que le esperan a los presupuestos participativos del rupturismo para asentarse.