José Luis Jiménez - Pazguato y fino

Si pensáramos mal...

El Señor Lobo de «Pulp Fiction» no existe en la vida real, pero Conde-Pumpido se le parece una barbaridad

El abogado de Gómez Besteiro, Cándido Conde Pumpido De San Bernardo

Nacemos biempensantes y es este convulso mundo el que nos ensucia el entendimiento y nos empuja a retorcer la realidad en base a laberínticas suposiciones y elucubraciones. Es nuestro natural desconfiado, sobre todo en las procelosas aguas de la política, ese manantial sin depurar que tiene un afluente en los Juzgados de Lugo. Por allí parece haber un punto de vertidos contaminantes que desprende los más nauseabundos olores. Haría bien Vigilancia Aduanera en encargarse de eso y dejar a un lado las escuchas telefónicas a políticos, por aquello de intentar hacer algo decentemente.

Si nos aventuráramos a indagar el origen de los malos olores, probablemente acabaríamos llamando a la unidad de descontaminación nuclear por el correo electrónico que Cándido Conde-Pumpido junior remitió a la juez Pilar de Lara cuando aparentemente eran amigos y se permitían confidencias del tipo «no investigues eso, yo que tú dejaba el caso y me cambiaba de juzgado, si necesitas ayuda dímelo porque tengo enchufe del bueno en el Poder Judicial». Es difícil que algo atufe más que esa política del cambalache judicial que exhibe sin pudor el abogado madrileño, hijo del exfiscal superior del Estado en la época de Zapatero.

Sobre todo, cabe preguntarse qué hay detrás del hecho de que todo un Poder Judicial mire para otro lado y evite remitir estas presuntas coacciones a la juez De Lara al Colegio Profesional de la Abogacía para las pertinentes aclaraciones. Carlos Lesmes opta, como hizo en su día el TSXG, por mirar a otro lado, e ignoramos las razones. ¿Es intocable Conde-Pumpido junior?

Si pensáramos mal, podríamos creer que precisamente ese halo de invulnerabilidad es el que quería comprar Gómez Besteiro cuando fichó, recomendado por José Blanco, a Conde-Pumpido junior. Si pensáramos mal, podríamos elucubrar que pretendía aforarse en el Senado para arrebatarle la futura causa a De Lara y que fuera el Tribunal Supremo el encargado de instruir su pieza sobre el «caso Garañón», instancia a la que llegarían sin duda los tentáculos del abogado estrella de nuestros días. Si pensáramos mal, podríamos entrever que el PP adivinó la jugada y ató en corto al líder del PSdeG, concretamente con una tonelada de plomo a sus pies al impedirle el salto al cementerio de elefantes del Senado.

Pero no vamos a pensar mal y vamos a creer que Conde-Pumpido fichó por Besteiro mucho después del correo de la vergüenza a De Lara. Sigamos por imaginar que no fue contratado ni por el apellido ni por su capacidad para el chalaneo, sino por su talento profesional. Y como traca final, creamos que la juez no actúa movida por el resentimiento ni la indignación contra Besteiro tras el desafortunado correo de su abogado.

De todo esto podemos sacar una conclusión. El Señor Lobo de «Pulp Fiction» no existe en la vida real, pero Conde-Pumpido se le parece una barbaridad. Si les aparece un cadáver en el coche no recurran a él, pero si se les complica el negocio en un prostíbulo...

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