Juan Soto - El Garabato del Torreón

Senadores por Atapuerca

Se hacía difícil admitir la hipótesis de una mayor degradación orgánica e institucional

Cunde el desánimo tanto en las filas socialistas como en las populares. Al menos tal es la impresión que se percibe desde las sucursales gallegas de las respectivas franquicias. Y todo, porque ni siquiera los más proclives a incurrir en fanatismos partidistas podían imaginar que, una vez tocado fondo con nombramientos como los de Pepe Blanco para Estrasburgo o los de Iravedra y Araújo para el alucinante consejo de administración de la Compañía de Radio Televisión de Galicia —una de las sinecuras mejor remuneradas entre todas las posibles de las 17 comunidades autonómicas—, una vez, decíamos, descendidos a tales hediondeces, se hacía difícil admitir la hipótesis de una mayor degradación orgánica e institucional.

Pero ya se sabe que, como nos alecciona el infalible Edwar Murphy, cualquier situación, por mala que resulte, siempre es susceptible de empeorar. La verificación empírica de tal principio la tenemos a la vista, porque hete aquí que acabamos de constatar que la desfachatez no tocó suelo y que la capacidad de subestimación hacia el censo electoral progresa indefinidamente.

Sucede que, sin darnos tiempo a reponernos del susto de la CRTVG, los dos mismos partidos causantes de tal conmoción sobresaltan nuestro ánimo de ciudadanos dotados de racionalidad y al corriente de nuestras obligaciones fiscales con la designación, también digital, de sus agentes en el Senado por representación autonómica, individuos, todos ellos, rescatados de las honduras de Atapuerca y transferidos, por gracia inexplicable, a ese nirvana donde la paga te permite hacer caja sin dar golpe y el aforamiento te blinda contra desmanes y tropelías. El PP recuperó de las catacumbas a un personaje que, en el trayecto que discurre desde una concejalía a la Cámara, lleva 36 años (repetimos: 36 años) colgado en la política remunerada. Se comprenderá que, al lado de esa cifra, los 32 años que lleva en el oficio su compañero de momio y partido, señor Jiménez Morán, y ya no digamos los casi 20 del señor Pose Mesura, de chapa socialista, nos parezcan casi un paradigma de discreción y mesura. En los tres casos, más munición para los incondicionales de la dinamitación del sistema.

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