El segundo conjunto barroco más grande de España
Los secretos de San Martín Pinario, llamados a ser Bien de Interés Cultural
Hoy en día, alberga en su interior el seminario de nuevos sacerdotes de la archidiócesis de Santiago
Con la construcción del edificio del monasterio se fue iniciando la tradición jacobea en Compostela
La majestuosidad del Monasterio de San Martín Pinario, una de las vistas más emblemáticas de Compostela, está llamado a ser Bien de Interés Cultural (BIC) desde el pasado mes de noviembre. Así lo confirmó la Xunta, en palabras del conselleiro de Cultura e Turismo, Román Rodríguez, cuando se activó el procedimiento para declararlo como tal en el DOG. Y no es para menos. Además de ser uno de los monasterios más grandes de todo el territorio español, solo por detrás de San Lorenzo del Escorial, en Madrid, se podría decir que es el lugar más solemne de toda la capital gallega, con permiso de la Catedral. Todo ello sin dejar de lado que es uno de los conjuntos barrocos más importantes de Galicia.
Santiago de Compostela y el Monasterio de San Martín Pinario van de la mano, puesto que nacieron y crecieron al mismo tiempo, hecho que ayudó a asentar la tradición jacobea. Todo comenzó cuando Alfonso II El Casto, rey de Asturias y Galicia, dispuso, ya en el siglo IX, que los restos de Santiago el Mayor descansaran en lo que hoy se conoce como Compostela, aunque por aquel momento no era más que un descampado. Por ello, mandó levantar una humilde iglesia sobre los restos, la cual también sería la primera basílica compostelana. Como acompañamiento, ordenó la construcción de dos monasterios prácticamente anexos al templo. Uno de ellos sería el primer germen del monasterio de San Martín Pinario : el de Santa María Corticela, cuya capilla está integrada a día de hoy en la catedral. Poco tiempo después, Alfonso III, El Magno consideró oportuno levantar la catedral sobre esa pequeña basílica que había servido de cobijo a los restos de Santiago el Mayor. Y así se constituyó, poco a poco, el nacimiento de una Compostela que fue creciendo con el paso del tiempo, a la vez que lo hacían su tradición jacobea y la orden benedictina que habita en la ciudad.
Hubo que esperar casi siete siglos para empezar a vislumbrar el monasterio tal y como se conoce hoy en día. El origen del complejo actual se data en el siglo XVI, si bien no pudo terminarse hasta 1747 . Y, en ese edificio, se habría desarrollado la actividad del monasterio hasta 1836. Sus prácticamente 20.000 metros cuadros albergan en su interior la sede del Seminario Mayor, el Instituto Teológico e, incluso, una hospedería. Además, desde hace 150 años el monasterio tiene la función de albergar el centro de formación de nuevos sacerdotes de la archidiócesis de Santiago de Compostela. De hecho, ahora mismo hay 25 seminaristas habitando en ella, a cargo del rector de la casa, Carlos Álvarez Varela, así como de los formadores José Luis Ramos y Ricardo Vázquez. Aunque, sin duda, su crecimiento en los últimos años se debe a la iglesia-museo que alberga en su interior y al que este diario tuvo acceso en una visita guiada junto a su director, José Otero.
Lo que esconde San Martín
Con el pasillo decorado de Navidad, encabezado por un belén de grandes dimensiones recién llegado de la Asociación de Belenistas de Oviedo como preámbulo de la visita, Otero se encamina hacia la iglesia, que actúa como punto de partida ante la visita del resto del monasterio. Con una planta de cruz latina , esta basílica alberga en su interior varias capillas con sendos retablos dignos de admiración. Pero si dirigimos la mirada hacia arriba, se puede observar su bóveda de cañón, que sostiene al coro alto y que, «aunque a simple vista parece hecho solamente con piedra, lo cierto es que está compuesto de madera y piedra», explica el director de la iglesia-museo. Los laterales de la iglesia también llaman la atención y, precisamente en ellos, podemos encontrar la capilla del Socorro, que es, probablemente, una de las más conocidas del monasterio. Se trata de un retablo muy particular, que contiene en su interior varias figuras angelicales, no solo los tres arcángeles que acoge, si no que, si se observa con detenimiento, se podrá ver que en el torneado de las columnas aparecen cabezas de ángeles en lugar de flores y frutos.
Los entresijos y misterios de San Martín Pinario se encuentran por todas partes; el primero de ellos, encajado en el retablo de la puerta de Santa Gertrudis la Magna. En su interior oculta una puerta que daba lugar al claustro procesional de los monjes benedictinos. «No tenía otro efecto, no quería esconder nada, simplemente daba acceso a la salida del claustro », admite José Otero. «Tenía un fin litúrgico», sentencia. Caminando un poco hacia delante, nos encontramos a un lateral con el retablo dedicado a San Benito, probablemente el más destacado por su majestuosidad, y en el que se encuentra representado también San Francisco, con un guiño claro a Compostela: el bastón que porta en su mano derecha y que recuerda su faceta de peregrino hace ya 800 años.
Continuando con el paseo, apenas unos metros hacia delante, se encuentra la sillería, una de las vistas más impresionantes de la visita. «Este era el lugar de culto de los monjes», asegura José Otero. «El coro reproduce en los relieves inferiores escenas de la vida de la virgen y en la parte central aparecen los relieves de la iglesia triunfante benedictina. En la parte superior se reproducen escenas de la vida del propio San Benito », continúa explicando. Este tipo de grabados eran comunes en las iglesias pues, de esta manera, el pueblo podía seguir la misa en latín, aunque no conociesen el idioma, y podían seguir el rezo del rosario a través de esas imágenes. Y, sobre ellas, una amplia bóveda de cañón, la única que aparece con pintura mural. A ambos lados, dos órganos que a día de hoy no suenan por falta de piezas, «pero que esperamos restaurar, aunque sea un proyecto a largo plazo», asume el guía. Pocos pasos hacia delante, atravesando una pequeña exposición de grabados, se encuentra una de las partes más escondidas dentro de una iglesia: su sacristía. Precisamente la de este monasterio es de grandes dimensiones, en forma de cruz griega, es decir, con todos sus lados igual de largos, y coronada con una cúpula con linterna.
Y es que San Martín Pinario no deja de sorprender. Tan solo unos metros más adelante, y abandonando ya las bóvedas, nos trasladamos al siglo XIX mientras Otero explica que, efectivamente en el año 1881 se trasladó al monasterio la primera imprenta de Santiago de Compostela, y que se mantuvo abierta hasta 1990. «No solo se hacían estampas religiosas, también asumía publicaciones de diferentes temáticas», continúa explicando. A día de hoy, el monasterio además alberga una magnífica colección de grabados de la época. Aunque todo lo anterior queda eclipsado por la «belleza de lo sobrio», que, según José Otero, refleja el claustro que guarda en su interior como uno de los tesoros más preciados de este templo. Este claustro monumental se articula sobre columnas pareadas y, desde la parte de atrás del mismo, alzando la vista, se puede ver la peineta, que representa una imagen de San Martín de Tours, bajo cuya vocación se fundó el monasterio y que corona la fachada principal de cara a la Catedral. De esta forma, y con unas vistas privilegiadas desde el claustro alto a la preciosa fuente que tiene en el medio del mismo, llega a su fin un recorrido que ayuda a comprender el origen del lado más esplendoroso de la histórica ciudad de Compostela.