Alberto Varela - Crónicas atlánticas

Mal rumbo

Estamos de acuerdo en que los parlamentos tienen que reflejar la pluralidad de la sociedad, pero no vamos a ningún sitio si a la vez no se favorecen también los gobiernos estables

Pues mira tú por donde que en la política nacional acaban de descubrir en sus carnes los efectos negativos del sistema electoral. Hasta ahora ha ocupado la Moncloa quien ha ganado las elecciones, pero estas Navidades ha llegado el «cuatripartidismo» —quién sabe si para quedarse— y se acabó la tranquilidad. Bienvenidas las negociaciones en los despachos y los partidos minoritarios que aspiran a acceder a las instituciones a través de pactos.

Aquí en Galicia el juego político hace décadas que es por lo menos entre tres —Dios dirá lo que ocurrirá en las autonómicas del próximo otoño— y en este tiempo hemos visto de todo: bipartitos y tripartitos autonómicos, alcaldes que han pasado a la oposición a pesar de haber ganado las elecciones con ventaja de casi quince puntos sobre sus competidores y hasta mociones de censura contra una presidenta provincial que casi ni había comenzado a gobernar…

Qué más tiene que pasar para que las fuerzas políticas a las que aún les queda algo de sentidiño se pongan de acuerdo y consensúen un sistema en el que gobierne el ganador y si no hay margen suficiente se midan el primero y el segundo en una segunda vuelta. Estamos de acuerdo en que los parlamentos tienen que reflejar la pluralidad de la sociedad, pero no vamos a ningún sitio si a la vez no se favorecen también los gobiernos estables, que no se vean obligados a someterse al chantaje de los grupos minoritarios. Que si te apoyo si haces un referéndum en Cataluña, que si tú eres alcalde yo quiero Urbanismo, o que si no nos podemos ni ver pero si hace falta vamos todo el día del ganchete con tal de que lo hagamos pisando moqueta… Son situaciones que nos ahorraríamos con un sistema de segunda vuelta.

Cierto que los periódicos serían mucho más aburridos, pero casi sería un mal menor si con ello conseguimos estabilidad en los gobiernos y prosperidad para el país. No me quiero ver yo en un barco en el que dos, tres o cuatro se peleen por llevar el timón. Mal rumbo seguro.

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