José Luis Jiménez - Análisis
Una renovación solo para la victoria
El partido vuelve a 2006 con una única salvedad: el líder será el mismo
Ya no hay una estructura que prevea la sustitución de Feijóo. Obligará a otro congreso
En el PPdeG corre una sensación de haber vuelto al pasado, pero mirando al futuro. Curiosa paradoja. El partido ha regresado a la casilla de salida de 2006 —en el que abordó un profundo y decisivo relevo generacional— con la vista puesta en ganar las próximas autonómicas. Un flamante secretario xeral que se encargará de engrasar la ingente maquinaria de la gaviota gallega, una cúpula que estrena a muchos de sus integrantes —algunos de una juventud casi insultante— y el reto difícil pero no imposible de conseguir una mayoría absoluta en las urnas. Encrucijada similar a la de hace una década. Sólo hay una diferencia respecto a aquel lejano 2006: el líder seguirá siendo el mismo y no hay visos de que el partido se haya pertrechado para una hipotética sucesión.
Resulta llamativo que en 2012, tras la segunda victoria electoral, el PPdeG sí se articulara en una estructura que permitía correr escalafón sin alterar el orden lógico en caso de que Núñez Feijóo fuera llamado a metas más altas. Se leía entre líneas que no podía dejarse a la improvisación esa eventualidad, la llamada «sede vacante» que tanto trastorna a los partidos políticos. Si Feijóo saltaba, Rueda era un secretario general con aura de vicepresidente de la Xunta que podría cubrir el hueco de manera provisional, y por debajo de él, un vicesecretario como Agustín Hernández que podía desempeñar la tarea de maquinista mayor del reino. Un todo armónico que a nadie le habría rechinado.
Sin embargo, ahora aquella red de seguridad desaparece, lo que puede ser interpretado como un mensaje claro: Feijóo sólo contempla la victoria electoral y no ha previsto componendas alternativas en caso de un hipotético revés. Estas son sus naves para quemar en la travesía de la tercera mayoría absoluta, con menos viento de cara que hace diez años porque para eso es el actual inquilino de Monte Pío, y lo que antes era un campo minado ahora apenas es una coyuntura compleja pero no hostil.
Habría otra variable: Feijóo no quiere marcar las cartas para un hipotético futuro sin él. No habrá ningún ungido por el dedo divino, ningún primus inter pares que se aproveche de la situación. «Eso será una cuestión que hablen en su momento los presidentes provinciales», vaticinaba un notable del PPdeG. Las baronías recuperan su peso. Aunque eso obligaría a un nuevo congreso antes de tiempo para recomponer el partido.
En la nueva cúpula del PPdeG hay otros mensajes claros. Por ejemplo, que Feijóo no puede permitirse conselleiros a tiempo parcial en la recta final de la legislatura y con tanto en juego, o que el partido no tiene por qué llenar las ambiciones particulares de aquellos que se hayan sentido sacrificados en nombre del interés de las siglas. Ya no es momento de pagar deudas sino de arrimar el hombro. Y para eso, savia nueva que sirva de remuda, mucha de ella con ADN municipalista, la cantera en la que está pescando la formación conservadora para renovar caras.
No hay triunfalismo en el partido, o al menos no se percibe en el ambiente. Es más bien una convicción de que van a salir a jugar el partido con la mejor alineación posible, y que si la inalcanzable mayoría absoluta tiene alguna opción de producirse, es con Feijóo como candidato. Luego está la incógnita naranja, que puede pasar de muleta para completar mayorías a Judas granadino por obra y gracia de Albert Rivera. En la Nécora nadie se fía. Las generales serán el ensayo. Y tras el verano, la batalla final.