Juan Soto - EL GARABATO DEL TORREÓN
La política de la indecisión
El PP lucense no se ha atrevido a apoyar ni a rechazar los presupuestos de la Diputación de Lugo para el presente ejercicio
Al igual que en el resto de España, también en Galicia le está resultando muy difícil al Partido Popular hacer la masticación y la digestión de sus últimos revolcones. Ha perdido votos, ha menguado notablemente en presencia institucional y se ha situado ante un horizonte bastante desalentador. En la provincia de Lugo la situación es acorde a esta regla general: ha sido desalojado de numerosas alcaldías y ha reafirmado su incapacidad —que ya empieza a ser proverbial— para recuperar la Diputación.
Cabía esperar que en tal situación de decaimiento el PP adoptase al menos la actitud clarificadora que es exigible a cualquier partido que pretenda salir de la ataraxia que suele acompañar a los estados aflictivos. Un ilustre político conservador español que para el PP no debería ser sospechoso, el Maura del «Gobierno largo», dijo aquello de que «ante las tormentas políticas solo tiemblan quienes contribuyeron a desencadenarlas». Por experiencia propia sabía don Antonio que nada hay más decepcionante para quienes depositan su confianza en unas siglas que la indeterminación y la tibieza. El PP lucense no se ha atrevido a apoyar ni a rechazar los presupuestos de la Diputación de Lugo para el presente ejercicio. Ni una cosa ni la otra, ni arre ni so. Ni siquiera fue capaz de dar la cara optando por una abstención explícita y razonada. Prefirió escabullirse; es decir, tomó la salida de los pusilánimes. Con tal actitud, no deberá extrañarse si quienes todavía le votan siguen su ejemplo y también emprenden la huida. Porque para evitar algunas escabullidas ya no es suficiente con pagar planas publicitarias explicando las propuestas de inversión (solamente, por cierto, para la mitad de los municipios lugueses) malamente encajadas en las cuentas provinciales.
Se da la casualidad de que la portavoz del grupo popular en la Diputación es también, desde hace un mes, la nueva presidenta del partido; alguien, consecuentemente, en quien la paciente militancia se supone que tiene puestas todas sus complacencias. A ver si al final va a resultar aquello de lo que se lamentaba el buscón Don Pablos: el desdichado cambió... «y fueme peor».