Alberto Varela - Crónicas Atlánticas

Personas non gratas

Una reprobación debe responder al sentimiento mayoritario de la ciudadanía y no a una refriega política

Debe de ser verdad que no todo el mundo está preparado para tener poder, porque si no no me explico lo de algunos políticos gallegos, que creen que por haber obtenido el voto mayoritario del ciudadano pueden hacer todo lo que se les ocurra.

Empezaron en Pontevedra declarando a Mariano Rajoy «persona non grata· y siguió la oposición en la diputación de Orense que aprovechó la ausencia del PP en el pleno para reprobar a José Manuel Baltar por el caso —aún en investigación— del presunto acoso a una mujer. La respuesta no se hizo esperar y Baltar Jr respondió con un ataque y reprobó al portavoz del PSdeG, Ignacio Gómez, por oponerse al programa de colaboración con empresarios norteamericanos.

La cosa no quedó ahí, faltaba Abel Caballero, que esta semana ha utilizado su mayoría en el consistorio olívico para pedir el cese del delegado de la Xunta en Vigo, Ignacio López-Chaves, supuestamente por ser «un referente anti-Vigo». Y se quedó tan ancho.

Al margen del efecto euforia que puedan tener este tipo de maniobras para los hooligans de cada uno de los partidos no dejan de ser un sopapo en toda la cara a la democracia. Una reprobación debe obedecer al sentimiento absolutamente mayoritario de la población y no a una refriega política ordinaria. La crítica del adversario se rebate con argumentos, y si no se hace así vamos a sospechar que no los tienen. Lo que se consigue banalizando las reprobaciones, las peticiones de ceses y las declaraciones de non grato es que nos acabe pasando como a Pedro con el Lobo, que cuando de verdad tengamos que censurar a un enemigo del concello, de la diputación o de la autonomía nadie se lo crea.

¿Otro non grato más? Pues ya ves qué cosa. En estos tiempos de redes sociales y de ver quién hace la tontería más grande no estaría de más un poco de sentido común y de respeto hacia el contrincante. Sobran aspavientos y falta colaboración constructiva entre rivales. El poder hay que saber ejercerlo.

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