Alberto Varela - Crónicas atlánticas

Pasado y futuro

Se acercan las elecciones autonómicas y va siendo hora de que nos dejemos de vender humo

Dicen que es defecto del hombre viejo el mirar continamen-te al pasado, mientras el joven peca de tener la mente demasiado proyectada hacia el futuro. Ni una cosa ni la otra son buenas, porque ambos corren el riesgo de olvidarse del presente.

Los partidos tradicionales, orgullosos como estaban por haber sabido llevarnos de la dictadura a la democracia, se olvidaron de que el progreso no era para siempre, y fallaron a la hora de articular tanto en España como en Galicia políticas que afianzasen la bonanza económica. Llegamos tarde a la revolución tecnológica y a la modernización de los sectores productivos y ahora estamos pagando las consecuencias en forma de excesiva dependencia de la subvenciones europeas y de las pensiones de la tercera edad.

El diagnóstico es claro, lo que falla en la nueva política son las soluciones. Prometen alegremente una economía saneada en la que los jóvenes no tienen que irse al extranjero a trabajar y un sistema impoluto en el que han desaparecido los casos de corrupción. Sueñan con ese paraíso como si fuese a llegar por arte de magia y sin tener en cuenta que hay que trabajar duro para conseguirlo, algo para lo que no parecen estar ni dispuestos ni preparados. Las Mareas fallan cuando tienen que gestionar, y los de Ciudadanos son los primeros en detectar defectos en los demás pero los últimos en solucionar los propios. Miren el caso de su concejala en Pontevedra, multada por falsificar la tarjeta de minusválido para aparcar sin que nadie en su partido se atreviese a toserle.

Se acercan las elecciones autonómicas y va siendo hora de que nos dejemos de vender humo como si fuésemos tontos. O se gestiona bien en el presente o de nada va a valer ni vivir en el pasado, ni prometer un futuro que no va a llegar. Ni los partidos tradicionales están tan viejos ni los nuevos tan frescos. Los primeros deben corregir algunos vicios, los segundos pecan de arrogancia y tienen mucho que aprender. De ambos depende futuro de Galicia que, por cierto, pronto será presente.

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